Métodos para compartir el evangelio.

Demasiada gente se desvía en debates sobre metodología. Quedan atrapados en la parálisis del análisis. Pueden pasarse toda su vida cristiana buscando el método perfecto de evangelización personal. Pasan por alto muchos buenos métodos y acaban nunca compartiendo el Evangelio.

Si no te gusta un método concreto de testimonio, no dediques todo tu tiempo y energía a criticarlo. Encuentra uno que te guste y utilízalo. La clave es llevar a la gente a Jesús. Aquí resalto algunos de ellos:

Folletos evangelísticos. Hay muchos folletos evangelísticos. Te animo a comprar algunos y tenerlos contigo todo el tiempo como un medio de testimonio.

Testimonio personal. Comparte cómo llegaste a entender la necesidad de un Salvador y cómo pusiste tu fe y confianza en Cristo.

Estudios bíblicos evangelísticos. Siéntate con inconversos, abre la Palabra de Dios y muéstrales lo que ésta enseña acerca de quién es Dios, quiénes son ellos, quién es Cristo, qué Él ha hecho y la respuesta apropiada.

Encuentros evangélicos. Planea un encuentro con alguien. Agenda un café, un almuerzo o una reunión con el propósito de conversar sobre las buenas noticias de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo.

Evangelismo de servicio. Combina actos de servicio con la proclamación verbal del evangelio.

Utiliza las redes sociales para conectarte o reconectarte con amigos y usa el ‘chat’ como un medio de comunicar el evangelio.

La ilustración del puente. Pon al hombre en un lado y a Dios en otro lado, separados por un gran abismo de pecado. Y explica que Cristo en la cruz es el único puente que los conecta.

La vía romana. Recorre sólo el libro de Romanos. Comparte los diferentes versículos que contienen claramente el evangelio en ese libro.

El enfoque de los tres círculos. Parte de la realidad de que el mundo está roto, remóntate al diseño original de Dios, e identifica el pecado como la causa de la ruptura. Identifica la vida, muerte y resurrección de Jesús como la esperanza que tenemos para recuperar y perseguir de nuevo el diseño de Dios a través del arrepentimiento y la fe en Jesús.

Evangelismo de un versículo. Simplemente utiliza Romanos 6:23 para comunicar el evangelio. Este versículo dice: “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.


Este artículo es una traducción y adaptación realizada por Misael Susaña de la respuesta del Dr. Timothy Beougher a la pregunta: ‘¿Cuál es el método más efectivo de evangelismo personal?’, presentada en el episodio 121 de Honest Answers.

Sobras de comida, platos sucios, bolsas de basura y Dios.

Estoy convencido de que algunas de las bendiciones de Dios llegan disfrazadas. Y las sobras de comida, los platos sucios y las bolsas de basura son algunas de esas bendiciones que muchas veces no apreciamos hasta que vemos más allá de su apariencia.

En este breve artículo, te explicaré por qué considero que esas cosas son bendiciones disfrazadas. Pero antes, quiero aclarar que esas no son bendiciones en sí mismas, sino porque nos señalan a algo acerca de Dios.

Actividades no muy agradables

Mientras que algunas personas no tienen problema en comer las sobras de su comida, a otras les desagrada la idea y prefieren algo recién preparado. Para algunos, hacer caldos y sopas con restos de comida o recalentar “lo mismo de ayer” no resulta atractivo, sino más bien aburrido. Para otros, estas prácticas se asocian con la escasez y un bajo estatus, por lo que las repudian.

Lavar los platos sucios es uno de dos trabajos sucios que muy pocos –o nadie– disfruta hacer en casa. Lavar uno o dos platos no es gran cosa, pero cuando enfrentas una montaña de platos acumulados, la tarea puede sentirse como una verdadera tortura. Los restos de comida pegados en los platos, las sobras que se han pegado a los tenedores y la grasa con la que quedaron los sartenes hace que el lavar los platos sea un trabajo arduo. Y cuando por fin terminas de limpiar los platos y los vasos, las cucharas, los tenedores y los cuchillos, las ollas y los sartenes, alguien más llega y deja otro utensilio en el fregadero.

Sacar la basura es el otro trabajo sucio que nadie quiere hacer. Sin embargo, por más que se evite, es inevitable –más que Thanos–. Tarde o temprano, alguien tendrá que hacerlo, quizá el hijo que, entre quejas, se pregunta por qué no puede ir su hermana en su lugar. Y es comprensible: nadie quiere exponerse al olor desagradable, correr el riesgo de que la bolsa se rompa y esparza su contenido por el suelo o que una gota del líquido que escurre termine en su pie.

La provisión de Dios

Sin embargo, he aprendido algo que quiero compartir contigo: las sobras de comida, los platos sucios y las bolsas de basura son señales de la provisión de Dios. Una provisión generosa. Piénsalo por un momento: no estaría sacando esta bolsa de basura si Dios no hubiera provisto primero algo para consumir. Los platos no estarían sucios si Él no hubiera puesto comida en ellos. Y no habría sobras para recalentar si Dios no me hubiera bendecido tan generosamente que no sólo comí y me sacié, sino que también sobró.

Cuando recalentamos la comida, lavamos los platos o sacamos la basura con gratitud en lugar de queja, estos momentos se transforman en actos sagrados. Sagrados porque son tan santos como cuando nos congregamos los domingos y cantamos: “Santo, Santo, Santo”.

Por lo tanto, seamos más agradecidos y demos a Dios la gloria que merece por Su generosa provisión. Termino con las palabras del apóstol Pablo en Filipenses 4:19 que dicen: “Y mi Dios proveerá a todas sus necesidades conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Ya lo hizo al darnos la salvación en Jesús y, junto con Él, todo lo demás. Y lo seguirá haciendo.