Él vive hoy – La IBI & SGM

LETRA

¿Por qué buscas en la tumba
A aquel que vivo está?
Recuerda su promesa: «¡Me levantaré!»
La piedra removida
Su cuerpo no se halló
Ha llegado el tercer día
El Señor resucitó!

Coro:
Bendito sea el Dios
Y Padre del Señor Jesús
Quien vive hoy
Esperanza viva tengo
Vida junto a Él me dio
Y de la muerte me resucitó

Perfecto sacrificio
El Padre recibió
Segura garantía de nuestra justificación
Cuando vuelva por su iglesia
Las tumbas se abrirán
Y los que han dormido en Cristo
Con Él resucitarán

Puente:
¿Dónde está oh muerte tu aguijón
Sepulcro dónde tu victoria?
Si Cristo con su muerte te venció
Del pecado Él nos liberó
Y ha reclamado su victoria
La tumba no lo pudo retener
Él vive hoy, Él vive hoy

Declaración final:
¡Glorioso el día que de la muerte Él resucitó!

© 2014 Integridad & Sabiduría Worship (Una división de Ministerios Integridad & Sabiduría) (ASCAP)/Sovereign Grace Worship (ASCAP)

Él tratado como pecador, nosotros como justos.

Entre esos versículos bíblicos en los cuales se encuentra resumido el evangelio de Jesucristo, uno de mis favoritos es 2 Corintios 5:21, el cual dice: “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El”.

En el contexto de este versículo se nos habla de cómo el ofendido (Dios) busca la paz con los ofensores (nosotros), «no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones». Y aunque alabamos al Dios de toda gracia por tal obra, no dejamos de preguntarnos cómo Dios pudo hacer eso y seguir siendo justo. Bueno, 2 Corintios 5:21 es la respuesta a esa pregunta.

Jesucristo es descrito aquí como el «que no conoció pecado». Jesucristo no conoció pecado en la práctica. Él fue el único que siempre hizo el bien (siempre obedeció la ley de Dios) y nunca pecó (nunca desobedeció). El profeta dijo de Él: “no había hecho violencia, ni había engaño en su boca” (Is. 53:9). Uno de sus discípulos lo describió como: “el justo” (1 Jn. 2:1). Y ni aun sus enemigos pudieron apuntar con verdad su dedo acusador hacia él (Mt. 26:60).

A ese Jesucristo, Dios «le hizo pecado por nosotros». Ya hemos visto que Jesucristo no fue un pecador y que nunca pecó, por lo tanto lo que esto quiere decir es que Dios trató a Jesucristo como si fuera un pecador. Jesucristo sufrió la ira divina, fue maldecido, condenado, castigado como si hubiera sido un desobediente, un borracho, un homicida, un inmoral, un mentiroso, un homosexual, un ladrón, un idólatra, un maldiciente, un estafador, un iracundo, un envidioso.

Y todo eso fue hecho «para que fuéramos hechos justicia de Dios en El». Para que nosotros los pecadores, que nos arrepentimos de nuestros pecados y confiamos en Él como Salvador y Señor, seamos perdonados de todos nuestros pecados, declarados como justos en base a la vida perfectamente obediente de Jesucristo y tratados como justos al ser bendecidos con toda bendición espiritual.

Gilbert sobre “¿Qué es el evangelio?”.

DIOS –¿QUIÉN NOS HIZO Y A QUIÉN DEBEMOS RENDIR CUENTAS? 

Es a Dios a quién deben rendir cuentas. Después de sus puntos introductores en Romanos 1:1-17, Pablo comienza su presentación del evangelio declarando que “la ira de Dios ha sido manifestada desde el cielo” (v. 18). Con sus primeras palabras, Pablo insiste que la humanidad no es autónoma. No nos hicimos a nosotros mismos, y no somos auto-dependientes ni auto-justificables. No, es Dios quien creó el mundo y todo lo que hay en él, incluyendo a la humanidad. Y porque él nos creó, Dios tiene el derecho de demandar nuestra adoración hacia él. Mire lo que Pablo dice en el verso 21: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”.

Esta es la acusación de Pablo a la humanidad: Han pecado al no haber honrado ni dado gracias a Dios. Es nuestra obligación, como gente creada y adueñada por Dios, el darle el honor y la gloria que le pertenecen, y vivir, hablar, actuar, y pensar de una manera tal que reconozca y acepte su autoridad sobre nosotros. Somos hechos por él, le pertenecemos, dependemos de él, y por lo tanto debemos rendirle cuentas. Ese es el primer punto que Pablo elabora mientras explica las buenas nuevas del cristianismo.

HOMBRE –¿CUÁL ES NUESTRO PROBLEMA?

Su problema es que se han rebelado contra Dios. No honraron a Dios ni le dieron gracias como era debido. Su necio corazón fue entenebrecido “y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (v. 23). Esa es una imagen muy repugnante, ¿No es cierto? Que los seres humanos consideren a su Creador y después decidan que una imagen de madera o de metal de una rana o de un pájaro o inclusive de ellos mismos es más gloriosa, más satisfactoria, es el colmo del insulto y la rebelión contra Dios. Esta es la raíz y la esencia del pecado, y sus resultados son de igual manera horribles.

En los siguientes tres capítulos, Pablo enfatiza este punto constantemente, acusando a toda la humanidad como pecadores delante de Dios. En el capítulo 1 su enfoque es en los Gentiles, y luego en el capítulo 2 acusa con la misma fuerza a los judíos. Es como si Pablo supiera que el más santurrón de los judíos estaría aplaudiendo sus azotes a los Gentiles, así que da media vuelta y en Romanos 2:1 apunta su dedo acusador a los que aplauden: “Por lo cual eres inexcusable”. Así como los Gentiles, dice Pablo que los judíos han roto la ley de Dios y están bajo su juicio. Continuar leyendo Gilbert sobre “¿Qué es el evangelio?”.