Ryle sobre “Diferencia entre justificación y santificación”.

¿EN QUÉ SENTIDO, PUES, SON IGUALES LA JUSTIFICACIÓN Y SANTIFICACIÓN?

(a) Ambas proceden originalmente de la gracia de Dios. Es únicamente por su gracia que el creyente es justificado o santificado.

(b) Ambas son parte de la gran obra de salvación que Cristo, en el pacto eterno, ha realizado para bien de su pueblo. Cristo es la fuente de vida, de la cual fluyen, tanto el perdón como la santidad. La raíz de cada una es Cristo.

(c) Ambas están en una misma persona. Aquellos que son justificados, siempre son santificados y aquellos que son santificados, son siempre justificados. Dios ha unido en una sola persona la justificación y la santificación, y no pueden ser separadas.

(d) Ambas comienzan al mismo tiempo. El momento en que una persona comienza a ser una persona justificada, comienza también a ser santificada. Quizá no lo perciba, pero ésta es la realidad.

(e) Ambas son necesarias para la salvación. Nadie ha llegado al cielo sin un corazón renovado, al igual que perdonado; sin la gracia del Espíritu, al igual que la sangre de Cristo; sin idoneidad para la gloria eterna, al igual que un título. Una es tan necesaria como la otra.

Estos son los puntos en que coinciden la justificación y santificación.

CONSIDEREMOS AHORA LO OPUESTO Y VEAMOS EN QUÉ SENTIDO DIFIEREN

(a) La justificación, es Dios declarando justos a aquellos que reciben a Cristo, basándose en que la justicia de Cristo es imputada a la cuenta de aquellos que lo reciben. La santificación es, de hecho, hacer justo al hombre en su interior, aunque sea en un grado muy débil. Continuar leyendo Ryle sobre “Diferencia entre justificación y santificación”.

Ryle sobre «¿Es usted nacido de nuevo?»

¿Es usted nacido de nuevo? Esta es una de las preguntas más importantes de la vida. Jesucristo dijo: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). No basta con contestar: “Pertenezco a la iglesia; supongo que soy cristiano”. Miles de cristianos nominales no muestran ninguna de las señales de haber nacido de nuevo que las Sagradas Escrituras nos han dado –muchas de ellas anotadas en la Primera epístola de Juan.

NO COMETE HABITUALMENTE PECADOS

Primero, Juan escribió: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 3:9); “Todo aquel que ha  nacido de Dios, no practica el pecado” (5:18).

La persona que es nacida de nuevo, o es regenerada, no comete habitualmente pecados. Ya no peca con su corazón y voluntad y todas sus inclinaciones. Probablemente hubo una época cuando no pensaba si sus acciones serían o no pecaminosas, y no siempre sentía pesar después de haber hecho el mal. No había problemas entre él y el pecado; eran amigos. Pero el cristiano auténtico odia el pecado, huye de él, lucha contra él, lo considera su plaga más grande, resiente la carga de su presencia, se duele cuando cae bajo su influencia y anhela librarse totalmente de él. El pecado ya no le agrada, ni siquiera le es indiferente; ha llegado a ser algo que odia. No obstante, no puede eliminar su presencia dentro de él.

Si dijera que no tiene pecado, estaría mintiendo (1 Juan 1:8). Pero puede decir que odia el pecado y que el gran anhelo de su alma es no volver a cometer ningún pecado. No puede impedir malos pensamientos, ni que faltas, omisiones y defectos aparezcan tanto en sus palabras como en sus acciones. Sabe que “todos ofendemos muchas veces” (Santiago 3:2). Pero puede decir ciertamente, en la presencia de Dios, que estas cosas le causan dolor y tristeza y que su naturaleza entera no las consiente. ¿Qué diría de usted el apóstol? ¿Ha nacido usted de nuevo?

CREE EN CRISTO

Segundo, Juan escribió: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1).

El hombre que es nacido de nuevo, o es regenerado, cree que Jesucristo es el único Salvador que puede perdonar su alma, que es la persona divina designada por Dios el Padre justamente para este propósito, y fuera de él no hay ningún Salvador. Se considera indigno. Pero tiene plena confianza en Cristo, y confiando en él, cree que todos sus pecados han sido perdonados. Cree que, porque ha aceptado la obra consumada de Cristo y la muerte en la cruz, es considerado justo a los ojos de Dios, y puede encarar la muerte y el juicio sin temor. Continuar leyendo Ryle sobre «¿Es usted nacido de nuevo?»