Whitney sobre «Orando a través de las Escrituras» [II]

EL MÉTODO

Deje que las palabras de la Escritura se conviertan en las palabras de sus oraciones. Por ejemplo, si usted ora a través del Salmo 23, lea “El señor es mi pastor”, y agradézcale a El por ser su pastor. Pídale que pastoree a su familia ese día, que los guíe, que los proteja y que provea para ellos. Ore para que El haga Sus ovejas a los miembros de su familia; que ellos puedan buscarlo a El como su pastor. Pídale a El que lo pastoree en las decisiones que tome relacionadas con su futuro. Ore para que El bendiga al pastor de su iglesia y lo pastoree como éste lo hace con la iglesia y así otras cosas. Cuando nada más venga a la mente, vaya a la siguiente línea, “nada me faltará”, y continúe orando. Simplemente vaya a través del pasaje, línea por línea, orando lo que usted encuentre en el texto o lo que le traiga a la mente. Si nada viene a la mente, o si no comprende el versículo, vaya al siguiente. Usted puede elegir si se extiende en un versículo. De manera opuesta, puede haber sólo algunas cosas que provocan oración cuando usted pasa por muchos versículos. Nada dice que usted deba orar sobre cada versículo. Continúe de esta manera hasta que (1) se le acabe el tiempo, o (2) se le acaben los salmos.

Una manera de elegir un Salmo para orar es la forma de “los salmos del día”. Esto divide a los 150 Salmos en 5 salmos para cada uno de los 30 días en un mes. Tome el día del mes como su primer salmo. Luego añada 30 al número que obtuvo hasta que tenga 5 Salmos. De esta manera, cuando sea el día 15 del mes, su primer salmo será el 15, le añade 30 y vaya al siguiente salmo que es el 45. A éste seguirían el 75, luego el 105 y el 135 (el día 31 emplee el Salmo 119). Tome 30 segundos para revisar estos Salmos y luego escoja uno para orar a través de él. Una ventaja de este método es que le otorga dirección cuando es tiempo de orar y combate la falta de rumbo.

Los Salmos son el mejor lugar de la Escritura a partir del cual se puede orar la Escritura. Esto se debe al propósito y empleo original de los Salmos. Estos eran cantos inspirados por Dios con el propósito de reflejarse hacia Él. Es más, hay un salmo para cada suspiro del corazón. El rango completo de la emoción humana se registra en los 150 Salmos. Sigue leyendo Whitney sobre «Orando a través de las Escrituras» [II]

Whitney sobre «Orando a través de las Escrituras».

Muchos cristianos se sienten derrotados en sus vidas de oración. Orar por lo menos de cinco a siete minutos parece una eternidad y sus mentes divagan la mayor parte de ese tiempo. “Creo que soy yo”, concluyen muchos. “Soy sólo un cristiano de segunda”. No, si en usted reside el Espíritu Santo y busca vivir obedeciendo la palabra de Dios, entonces el problema seguramente no es usted, sino su método. Por supuesto que no existe método que avive la oración de aquellos que no tengan al Espíritu Santo. Pero aquellos en quienes mora el Espíritu han recibido de Dios “el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones clamando: ¡Abba, Padre!” (Ro. 8:15; Gal. 4:6). Aquellos a quienes ha sido dado el Espíritu Santo tienen por ese mismo Espíritu una nueva orientación hacia el Padre, una nueva orientación hacia al cielo. En otras palabras, aquellos en quienes vive el Espíritu Santo verdaderamente quieren orar. Y aun así, mientras ellos creen en la oración y quieren orar y no pueden siquiera imaginar lo que sería abandonar por completo la oración, cuando oran resulta frustrante. Sus corazones con frecuencia están fríos, sus mentes no pueden permanecer enfocadas en la oración, y con franqueza, la oración es aburrida con frecuencia. Por tanto muchos concluyen: “Soy un cristiano de segunda”.

EL PROBLEMA

Tenemos la tendencia a orar las mismas viejas cosas acerca de las mismas viejas cosas. Orar de esa manera es con frecuencia aburrido. Cuando la oración es aburrida, no sentimos ganas de orar. Y cuando no sentimos deseos de orar, es difícil concentrarse en la oración y orar largamente.

Nuestro problema no es que oramos acerca de las mismas viejas cosas. Orar acerca de su familia, futuro, finanzas, trabajo o estudios, iglesia o ministerio, y la “crisis actual” es normal. Estas cosas son su vida. Nuestro problema en la oración no es que oramos acerca de las mismas viejas cosas, sino que decimos las mismas viejas cosas acerca de las mismas viejas cosas. Eso es lo aburrido. Cuando la oración es aburrida, no tenemos ganas de orar. Y cuando no tenemos ganas de orar, es difícil hacerlo por un período de tiempo y con mucha consistencia.

LA SOLUCIÓN

¿Cuál es la solución? Debe ser fundamentalmente simple. Dios tiene hijos de todas las edades, coeficientes intelectuales, niveles educativos, y demás. Si El espera (e invita) a todos Sus hijos a orar, entonces la oración consistente, llena de significado debe poder hacerse por todo tipo de personas. Y si esto no fuera posible para usted, con todas sus ventajas cristianas (tales como proximidad a buenas iglesias, acceso a libros cristianos, grabaciones y otros recursos) para tener una vida de oración significativa, entonces, ¿qué será de los diez millones de cristianos sin estas cosas?

He aquí la solución: Cuando ore, hágalo a través de un pasaje de la Escritura, en especial, un Salmo.

1ra parte; 2da parte

Escudriñando las Escrituras.

En Hechos 17:10-15, Lucas (inspirado por Dios) nos relata la visita de Pablo y Silas a Berea. En el versículo 11 dice: “Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así”. En este versículo vemos como los de Berea no pusieron a Pablo y Silas por encima de las Escrituras, sino al contrario. Los de Berea no dijeron: “Ellos (Pablo y Silas) son grandes ministros de Dios, no necesitamos escudriñar las Escrituras”. Los de Berea recibieron la palabra proclamada, escudriñando (examinando, indagando, investigando) diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. Los de Berea iban constantemente a las Escrituras para ver si la palabra proclamada era conforme a las Escrituras. Matthew Henry, comentando este pasaje, dijo: “Su buena disposición para recibir la palabra no fue aquella en la cual ellos tomaron las cosas confiadamente, tragados por una fe implícita. Más bien, como Pablo razonó las Escrituras y los refirió al Antiguo Testamento para probar lo que decía; ellos recurrieron a sus Biblias, fueron a los lugares a los cuales Pablo les refirió, leyeron el contexto, consideraron la extensión de ellos, compararon con otros lugares de la Escritura, examinaron si las inferencias de Pablo eran naturales y genuinas, y si sus argumentos sobre la Escritura eran convincentes, actuando, entonces, en consecuencia”. ¡Oh, cuánto necesitamos en nuestros días imitar en esto a los de Berea! No importa cuánto renombre tenga un ministro, siempre examina su enseñanza, filtra todas sus palabras a través de la Palabra de Dios, escudriña cada día las Escrituras para ver si las cosas son así. Hacer esto (escudriñar las Escrituras) te librará de terminar confiando en la palabra de los hombres (quienes pueden mentir) antes que en la de Dios (quien siempre es veraz). Que tu Biblia nunca esté cerrada mientras un sermón es proclamado.

Si eres maestro de las Escrituras, procura que el mensaje que transmitas no sea tu palabra, sino Su Palabra (la Palabra de Dios) –y llévalos a ésta al citarla constantemente. La Palabra de Dios es la única que puede dar al hombre la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Ti. 3:15) y es también la que nos instruye para vivir como a Dios le agrada (2 Ti. 3:17). Hechos 17:12 dice: “Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción”. Muchos creyeron no por la elocuencia del expositor, ni por palabras de sabiduría e inteligencia humana; sino que esas personas creyeron en Jesucristo por la Palabra de Dios que había sido proclamada.

Lane sobre «Las reglas de interpretación bíblica».

Tales reglas como no interpretar un pasaje de la Escritura de una manera que contradiga la clara enseñanza de otra parte son vitales. Una lista completa de tales principios de interpretación excede los límites del propósito de este libro. Una cosa, sin embargo, quisiera decir. Encuentro que muchos laicos vienen a la Biblia con un sentimiento consciente o inconsciente de que porque es la Palabra de Dios inspirada por su Espíritu, de alguna manera las reglas ordinarias del lenguaje no son de aplicación. Si, por tanto, les pregunto qué dice un versículo concreto sobre algún tema, a menudo ignoran el significado claro de las palabras y salen con alguna frase segura que recuerdan acerca del Evangelio, tal como: “Todos debemos creer en Jesús”. El versículo puede no decir nada en ese sentido, pero parece haber un sentimiento innato en cuanto a que no es posible que las palabras corrientes signifiquen lo que realmente dicen y que debe de haber algún significado más profundo conocido solamente por aquellos que han estudiado para el ministerio. Los predicadores han sido a veces responsables de este triste hecho, porque han dibujado cuadros algo fantasiosos a partir de pasajes que nunca pretendieron decir tales cosas. Debido a que la congregación no puede ver la relación entre el pasaje y el cuadro, asumen que debe haber algo erróneo en su consideración de la Biblia, en lugar de algo muy erróneo en el predicador. Nuestra tarea, sin embargo, no es hacer que parezca difícil el claro significado, sino hacer más claro aquello que es ya claro y enviar la congregación a casa sintiendo que quieren mirar ese pasaje de nuevo, porque se les ha vuelto tan claro.

Este artículo es un extracto tomado de: Denis Lane. Predica la Palabra (España: Editorial Peregrino, 1989), p. 78.