¿Sabes por qué tantos cristianos están derrumbándose ante el asunto de la homosexualidad? Ciertamente la presión cultural juega un papel importante. Pero nuestra falla en entender verdaderamente la santidad del cielo es otro factor significativo. Si el cielo es un lugar de aceptación universal para todas las personas agradables, ¿por qué alguien debería preocuparse tanto acerca de la homosexualidad aquí en la tierra? Muchos cristianos nunca han sido enseñados que los inmorales, los asesinos, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira serán dejados fuera de las puertas del cielo (Ap. 22:15). Así que ellos no tienen las agallas (o la compasión) para decir que el inmoral sexual impenitente no será bienvenido tampoco, que es exactamente lo que Apocalipsis 21-22 enseña.
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Aun si pudieras entrar al cielo sin santidad, ¿qué harías allá? ¿Qué gozo sentirías allá? ¿Con qué hombre santo o mujer de Dios te sentarías para tener comunión? Sus placeres no son tus placeres. Su carácter no es tu carácter. Lo que ellos aman, tú no lo amas. Si te desagrada un Dios santo ahora, ¿por qué querrías estar con Él para siempre? Si la adoración no captura tu atención en el presente, ¿qué te hace pensar que ésta te emocionará en algún futuro celestial? Si la impiedad es tu deleite aquí en la tierra, ¿qué te deleitará en el cielo –donde todo es limpio y puro–? Tú no serías feliz allí si no eres santo aquí.
Este artículo es un extracto tomado de: Kevin DeYoung. The hole in our holiness (Wheaton, Illinois: Crossway, 2012), pp. 14, 15. Traducción de Misael Susaña.