“Deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación” (1 Pedro 2:2).
En este versículo se nos manda: “deseen”. Eso es un deseo con vehemencia, un deseo intenso. En 2 Corintios 5:2 la palabra está acompañada con “gemidos”, lo cual nos muestra cuán fuerte es ese deseo.
Y en el pasaje que estamos estudiando se dice que este deseo debe ser como el de los niños recién nacidos por la leche. ¿Cuánto desean los niños recién nacidos la leche materna? La desean tanto que gritan con lágrimas por ella; algunos, incluso, hacen rabietas y no paran hasta tenerla. Es por eso que la NTV traduce esta línea de la siguiente manera: “pidan a gritos ese alimento nutritivo”. Así es que se nos manda a desear.
Ahora, ¿qué es lo que debemos desear con tanta intensidad? Obviamente no es la leche física. Más bien es “la leche espiritual no adulterada”. Espiritual porque es para nuestra alma. No adulterada porque es pura, no está mezclada. ¿Cuál es esta leche? Por el contexto sabemos que esa leche es la Palabra de Dios.
Y el versículo agrega “para que por ella crezcáis”. La Biblia, Palabra de Dios, es el medio por el cual crecemos espiritualmente. Por eso debemos desearla con vehemencia, con intensidad.
¿Por qué se nos llama a “desearla” y no simplemente leerla, meditarla u obedecerla? Ciertamente debemos hacer estas últimas cosas mencionadas, pero Pedro va al corazón mismo del asunto. El que no desea la Biblia no va a leerla, no va a meditar en ella y no va a obedecerla. Este deseo que Pedro nos manda a tener es el combustible de todo lo que hacemos con la Biblia. Y cuando yo mencione leer la Biblia, meditar en la Biblia y obedecer la Biblia me estoy refiriendo a las distintas expresiones de desear la Biblia. Con eso en mente, debemos desear leerla, deleitarnos en meditar en ella, anhelar obedecerla. Porque si no es así, no creceremos espiritualmente.
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