Cuando lees la palabra “adoración”, ¿qué viene a tu mente? Si eres como la mayoría de los cristianos, una de las primeras cosas que vendrá a tu mente es una canción de alabanza. Y eso no está mal, porque la alabanza es parte de la adoración a Dios. Repito: es parte. No es todo.
¿Has pensado en la oración como un acto de adoración a Dios? Aquí te doy cuatro argumentos por los que la oración es un acto de adoración. Todos ellos a partir de la oración modelo que Jesús le enseñó a Sus discípulos y que conocemos como el Padrenuestro.
La oración presupone la existencia de Dios.
“Padre nuestro que estás en los cielos” (Mat. 6:9).
La oración que Jesùs espera que hagamos no es hablar con nosotros mismos. No es como una carta dirigida a quien pueda interesar. Tampoco se dirige a algún santo o “gran” cristiano del pasado. La oración que Jesús espera que hagamos se dirige a Dios. Orar presupone que Dios existe y escucha nuestras oraciones. Si no fuera así, ¿para qué, entonces, orar?
Nótese, también, que hay dos cosas muy importantes que Jesús quiere que sepamos de este Dios. Número uno, que Dios es nuestro Padre: a quien podemos acercarnos con confianza, sabiendo que Él siempre quiere lo mejor para nosotros. Número dos, que Dios está en los cielos: Él está allá arriba y nosotros aquí abajo. Por lo tanto, Él debe ser honrado y respetado como alguien muy superior a nosotros.
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