El decreto de Dios es universal; abarca toda clase de eventos o actos:
EVENTOS BUENOS Y MALOS (Génesis 37:28; 45:7,8; Job 1:21; Isaías 45:7; Amós 3:6; Santiago 1:17).
Job capítulo 1 nos relata como éste (Job) perdió todo lo que tenía: sus bueyes y asnas, sus criados, sus ovejas y pastores, sus camellos, sus hijos e hijas. Y ante esta repentina y terrible calamidad, el versículo 21 nos dice cuál fue la reacción de Job: “y dijo [Job]: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR”. Job reconoció que Dios era el dador de las riquezas que él tenía (El SEÑOR dio), pero también reconoció que Dios era quien se las había quitado (el SEÑOR quitó).
ACTOS PECAMINOSOS (Génesis 50:19,20; 2 Samuel 24:1; Job 1:11,12; Lucas 22:22; Hechos 2:23; 4:27,28).
Como dije en la publicación anterior, Dios no es autor del pecado; Él no ama el pecado ni ama al pecador (Sal. 7:11).
Aun el pecado de los hombres está bajo el control de Dios. Esto garantiza que nada –ni siquiera el pecado– frustrará el propósito de Dios. ¿Cómo podría Dios afirmar que aquello que Él ha establecido se cumplirá, si el pecador (quien es enemigo de Dios) no estuviera bajo Su control absoluto? En Genesis 50:20, José le dijo a sus hermanos que ellos habían pensado hacerle mal, pero que Dios lo había tornado a bien. Dios había enviado a José a Egipto (Gn. 45:8), para que se preservara la vida de mucha gente al ser José gobernador de Egipto. Job 1:6,7,11,12 y 2 Samuel 24:1 (cf. 1 Cr. 21:1) nos enseñan que aun Satanás está bajo el control de Dios.
Samuel E. Waldron dijo: “Otro pensamiento que ayuda a aliviar este problema [el decreto de Dios abarca los actos pecaminosos] puede entreverse en los pasajes que hablan del decreto de Dios en cuanto a las acciones pecaminosas (Gn. 50:20; 2 S. 24:1; Hch. 2:23). En cada uno de estos pasajes está claro que la razón fundamental de Dios al decretar el pecado fue completamente pura. En el primero y el tercero, su motivación es clementemente redentora. En el segundo, es justamente retributiva1”. Continuar leyendo El decreto de Dios [II]