Fe y conducta.

Después de que el autor de Hebreos ha mostrado la superioridad de Cristo, ha animado a sus lectores a continuar en la fe y los ha advertido en contra de la apostasía; el pasa a dar algunas exhortaciones finales en el capítulo 13. Y dentro de esas exhortaciones se encuentra la siguiente: “Acordaos de vuestros guías que os hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imitad su fe” (v. 7). Aunque el texto no dice literalmente “pastores”, sin duda alguna los incluye; ya que los pastores son aquellos que guían y hablan la Palabra de Dios.

El llamamiento allí es a que imitemos la fe de nuestros pastores, considerando el resultado de su conducta. Al ver el resultado de la conducta de nuestros pastores, sabemos que vale la pena tener fe.

Ahora, algo claro que se nos enseña en Hebreos es que los creyentes no van a obtener todo lo que Dios les ha prometido de este lado del cielo (Heb. 11:39). Pero el resultado de la conducta de ellos que tienen fe todavía puede ser visto en su paciencia: “a fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas” (Heb. 6:12); en el gozo en medio de la aflicción: “Porque tuvisteis compasión de los prisioneros y aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión” (Heb. 10:34); en el buen testimonio de parte de Dios: “Y todos éstos, habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa” (Heb. 11:39). Y es que la fe viva, la fe verdadera, siempre se reflejará en la conducta –y en una buena conducta–. Dicho negativamente, en palabras de Santiago, la fe sin las obras está muerta (Stg. 2:17).

Permítanme resaltar que el llamamiento no es que aquellos que están siendo discipulados por el pastor imiten su estilo de predicación, tampoco es un llamamiento a ser indulgente con tus pecados porque tu pastor también peca. El llamamiento es a imitar su fe.

A LOS PASTORES

Ahora, este versículo no habla solamente a ti y a mí; este versículo habla implícitamente a los pastores. Es deber de los pastores, aparte de guiar y hablar la Palabra, ser modelos de fe que otros puedan imitar. Ellos deben ser «ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1 Ti. 4:12). Y por si acaso todavía no lo has entendido, una conducta ejemplar es mucho más que una conducta aceptable. Los pastores deben ser capaces de decir públicamente: “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Co. 11:1).

Pastor, recuerda que aquellos que te dan sus oídos también tienen sus ojos en ti. Por lo tanto, que la Palabra de Dios que hablas sea también aplicada a tu conducta.

Pasamos por aflicciones, pero moramos en gloria.

Túnel oscuro

En el Salmo 23, uno de los capítulos más conocidos de toda la Biblia, David comienza diciendo que su pastor (el Señor) lo hace descansar en lugares de verdes pastos y lo conduce junto a aguas de reposo. Pero, al mismo tiempo, David reconoce que en esta tierra no todo será descanso y reposo.

En la primera parte del versículo 4, el salmista dice: “Aunque pase por el valle de sombra de muerte”. “Los valles son… lugares de peligro. Los animales salvajes acechan. Tormentas repentinas pueden barrer todo en él. Puede haber inundaciones. Debido a que el sol no brilla muy bien en el valle, hay realmente sombras que en cualquier momento pueden convertirse en sobras de muerte” (James Montgomery Boice). Sin embargo, nótese que el salmista dice que él está de paso por este valle –él no permanecerá allí–. El valle de densa oscuridad no es su destino final.

En la última parte del versículo 6, el salmista dice lo siguiente: “en la casa del Señor moraré por largos días”. La casa del Señor es el lugar en donde la presencia especial de Dios está. ¿Y qué se puede esperar en dónde la presencia especial de Dios está? Una comunión íntima con Dios, el despliegue de Su hermosura (Sal. 27:4), y satisfacción como ninguna cosa creada puede dar (Sal. 65:4). A diferencia del valle de sombra de muerte –del cual el salmista dice que está de paso–, nótese que el salmista dice que morará en la casa del Señor. La casa del Señor es en donde él permanecerá toda su vida.

¿Qué significa todo eso para el cristiano? Si Dios es tu pastor, entonces tú pasas por aflicciones, pero morarás en la gloriosa presencia de Dios. Tu destino final no son las aflicciones, sino la gloriosa presencia de Dios. En comparación con una eternidad contemplando la hermosura de Dios y siendo satisfecho con Su bondad, las aflicciones de tu vida son momentáneas y ligeras.

A pastores, jóvenes e iglesia en general.

Misael Susaña comparte las exhortaciones que Pedro (inspirado por Dios) hace a los pastores, a los jóvenes y a la iglesia en general en 1 Pedro 5:1-5.

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¿Por qué aprender de los hombres si ya tengo la Biblia?

La Biblia constituye «la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores». ¿Por qué, entonces, aprender de los hombres –sea directa o indirectamente–? ¿Por qué sentarnos a escuchar un sermón cada domingo? ¿Por qué asistir a conferencias en donde se enseña la Biblia? ¿Por qué tener confesiones de fe? ¿Por qué leer otros libros de autores cristianos?

Leemos en 1 Corintios 12:28 lo siguiente: “Y en la iglesia, Dios ha designado: primeramente, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego, milagros; después, dones de sanidad, ayudas, administraciones, diversas clases de lenguas”. Según este versículo, los maestros en la iglesia no han sido puestos por ellos mismos, sino por Dios. Los maestros son instrumentos de Dios para la edificación de la iglesia.

Algo similar se dice en Efesios 4:11 y 12: “Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Nótese otra vez, la idea de tener pastores y maestros para la edificación de la iglesia no fue una idea de los hombres, sino de Dios.

¿Cómo los maestros edifican a la iglesia? Al ser usados por Dios para instruir, explicar, aclarar la Palabra de Dios ya revelada. Eso implica que en ocasiones, después de ser instruidos por un maestro, obtendremos conocimientos que antes no teníamos o confirmaremos lo que ya sabíamos; en otras ocasiones cambiaremos de parecer con respecto a un determinado tema.

La presencia de maestros en la iglesia no atenta contra la suficiencia de la Biblia. Ningún maestro está al mismo nivel que la Biblia y mucho menos por encima de ésta. Por lo tanto, todo lo que salga de su boca debe estar basado y saturado por la Biblia; y los que escuchan deben examinar la Biblia para confirmar que se está diciendo la verdad. No hemos de abrazar una enseñanza porque quien la dijo fue un maestro popular. Ni hemos de rechazar una enseñanza porque quien la dijo fue un maestro de otra denominación (religiosa). Más bien, abrazaremos o rechazaremos una enseñanza porque hemos sido convencidos por la Biblia, la Palabra de Dios.