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Yo pedí al Señor el crecer
en fe, amor y en toda gracia,
más de Su salvación conocer,
buscar Su rostro con insistencia.
Fue Él quien así me enseñó a orar;
y Él, en quien confió, respondió la oración;
pero la respuesta fue de manera tal
que casi me llevó a la desesperación.
Esperaba que, en una hora a mi favor,
mi petición inmediatamente respondiera,
y que por el poder obligante de Su amor
venciera mis pecados y descanso me diera.
Pero, en vez de esto, me hizo sentir
los males ocultos de mi corazón,
dejó a los feroces poderes del infierno
asaltar mi alma en toda dirección.
Sí, más aún, con Su propia mano parecía
intentar agravar mi aflicción,
crucificó todos los proyectos que tenía,
abatió mi mente, me puso en humillación.
Señor, ¿por qué? grité temblando yo;
¿perseguirás a este gusano hasta la muerte?
Esta es la manera, el Señor respondió,
en la que respondo la oración por gracia y fe.
Estas pruebas internas ahora las empleo
para librarte del egoísmo y del orgullo,
y romper tus esquemas de gozo terrenal,
para que en mí puedas buscar tu todo.
Por John Newton. Prayer Answered by Crosses. Traducción de Misael Susaña.

Algunos padres al momento de disciplinar a sus hijos están llenos de, dominados por, controlados por la ira y casi siempre que esto ocurre, ellos castigan de una manera muy desproporcionada al niño, por su mala conducta. Otros “aman” tanto a sus hijos, que no los disciplinan; para ellos «disciplina» y «amor» son mutuamente excluyentes. Estos (disciplina llena de ira y no disciplina) son dos extremos que los padres deben evitar. Debido a que Dios es el Padre perfecto, no miramos a nuestros padres terrenales y decimos: “Dios luce así”; más bien, miramos a Dios y decimos: “los padres deben lucir así”.
C. S. Lewis dijo: “El Hijo de Dios vino al mundo para hacer a los hombres hijos de Dios”; queriendo significar que gracias a la obra del unigénito Hijo de Dios (Jn. 1:18) a favor de los que creemos en El, hemos sido adoptados como hijos de Dios. Eso es confirmado por Juan 1:12: “Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre”; y 1 Juan 3:1a nos dice que somos hijos amados: “Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos”.
Dios no es como esos padres que “aman” tanto a sus hijos que no los disciplinan. He puesto la conjugación del verbo amar entre comillas, pues pregunto si es amor el dejar a los hijos en el error por no querer disciplinarlos –no lo creo–. Pienso, más bien, que es una crueldad. ¡Gracias a nuestro Padre celestial, pues Él no es así! Dice Proverbios 3:12: “Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (RVR1960). Dios disciplina a Sus hijos, pero no como aquellos padres que están llenos de ira al disciplinar. Ciertamente es justo que Dios esté airado contra los pecadores, pero ¿sabes tú, hijo de Dios, por qué Dios no te disciplina con ira? Porque Jesucristo vino voluntariamente a sufrir en la cruz la ira de Dios que nosotros merecíamos. Él sufrió de tal manera la ira de Dios Padre, por causa de nuestros pecados, que gritó: “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?” (Mc. 15:34). Dios derramó toda Su ira sobre Jesucristo, para que todo Su amor sea derramado sobre nosotros. ¡Gracias Jesucristo por tu sacrificio! Continuar leyendo La disciplina del Señor.
«Cristo murió por nosotros» no es meramente un conjunto de palabras con sentido gramatical completo. Esto, más bien, expresa una maravillosa verdad que al ser contemplada con nuestros ojos espirituales –abiertos por el Espíritu Santo, hinchará nuestros corazones para amar a Dios y nos hará caer de rodillas, sujetándonos así a Su señorío. Es mi oración que esto ocurra mientras lees este artículo.
Hermano mío, nunca trivialices la maravillosa verdad de que Cristo murió por los impíos. Consideremos juntos Romanos 5:7,8: “Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8 es un versículo muy citado y, por lo tanto, muy conocido; pero empezaremos desde el versículo 7, para así ver de una manera un poco más amplia la hermosura de estas palabras (la belleza de Dios en la persona de Jesucristo). Continuar leyendo Cristo murió por nosotros.