Su bondad es mayor que tus pecados.

David fue el segundo rey de Israel y el más prominente de ellos. Ese mismo David fue quien, en el tiempo en el que los reyes salían a la guerra, se quedó en Jerusalén. Desde la azotea del palacio vio a una mujer (Betsabé) que se estaba bañando. Averiguó acerca de ella, la trajo a su residencia y se acostó con ella. Al darse cuenta de que ella había quedado embarazada, David manda a matar al esposo de ella (llamado Urías).

A pesar de que David era un hombre conforme al corazón de Dios, Él dejó claro que lo que David había hecho era desagradable ante Sus ojos. Por eso, Él envió al profeta Natán para que hablara con David, mostrándole su pecado. Después de esta visita, David se arrepintió de su pecado. Y el Señor lo perdonó.

David fue también un poeta elocuente, él escribió la mayoría de los Salmos que se registran en la Biblia. Los Salmos son cánticos de alabanza o cánticos con acompañamientos de cuerda. Una de las características de la poesía hebrea es su paralelismo, es decir, una frase u oración se pone junto a otra que contiene el mismo número de palabras o la misma idea. Esa característica es evidente en el salmo 51, el cual fue escrito después del pecado de David mencionado anteriormente.

RECONOCE TU PECADO Y SU BONDAD

“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis transgresiones” (v. 1).

David comienza el salmo dirigiéndose a Dios y reconociendo Su carácter. Al David pedirle a Dios que tenga piedad, él le está pidiendo que le muestre Su gracia, que le muestre Su favor. Y David quiere que Dios le muestre Su favor conforme a Su misericordia.

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¿Cuándo se vence al pecado? [II]

En el artículo anterior vimos que debemos tener cuidado de recrear nuestros ojos, tanto físicos como los de nuestra mente, en lo incorrecto. Y esa advertencia vino debido a que en 2 Samuel 11 el rey David, en vez de apartar su mirada de la mujer, «vio a una mujer que se estaba bañando… mandó a preguntar acerca de aquella mujer… envió mensajeros y la tomó» (vv. 2-4).

Pero no sólo debemos apartar nuestra mirada –y nuestros pensamientos– de lo que puede hacernos pecar, sino que también debemos tener pensamientos correctos. Y 2 Samuel 12 nos ayuda a pensar correctamente como un arma para vencer al pecado.

En este capítulo el profeta Natán reprende a David debido al pecado que éste último había cometido. El profeta le hace una historia a David acerca de un hombre que, aun teniendo muchas ovejas, no tomó de sus ovejas; sino que tomó la única oveja de un hombre pobre. Al oír eso, David se enoja grandemente y condena a muerte a ese hombre. Pero lo que David no sabía era que él era el hombre de esa historia y que él era digno de muerte por el pecado cometido.

Dios, entonces, pronuncia disciplina sobre David: debido al homicidio que David había cometido, la espada nunca se apartaría de su casa (v. 10); y debido al adulterio que él había cometido, otras personas tomarían y se acostarían con las mujeres de David (v. 11). Pero Dios no sólo pronuncia disciplina, sino que también ejecuta disciplina sobre David: el niño que le había nacido a David de Betsabé iba a morir (v. 14). Y así sucedió –a pesar de David haber orado y ayunado–.

Dios es fiel tanto en Sus promesas de bien como en Sus advertencias. Muchas veces no vemos el pecado como algo tan serio como Dios lo ve. Pero todas las serias consecuencias del pecado de David nos recuerdan que el pecado es un asunto muy serio a los ojos de Dios. Al ser tentado a pecar, deja que el ejemplo de David te recuerde que tan serio es el pecado para que así no cedas a la tentación. Es mejor recordar cuán serio es el pecado y no pecar que pecar y que las consecuencias que sufrimos nos recuerden cuán serio es el pecado.

1ra parte; 2da parte; 3ra parte

 

Las promesas de Dios son para ser usadas.

En 2 Samuel 7, Dios –a través del profeta Natán– le recordó a David como Él lo escogió y lo hizo un rey grande sobre Israel. Dios también le prometió que Él levantaría a uno de su familia que edificaría una casa para el Señor y la casa y el trono de David serían establecidos para siempre.

¿Cuál fue la respuesta de David? “Y ahora, oh Señor Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y acerca de su casa, y haz según has hablado” (v. 25). David respondió: “afirma mi casa, afirma mi reino para siempre, tal como has dicho”. Un par de versículos más abajo, David dijo: “Porque tú, oh Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has revelado a tu siervo, diciendo: «Yo te edificaré casa»; por tanto, tu siervo ha hallado ánimo para elevar esta oración a ti” (v. 27).

David sabía que hacer una oración como esa era un acto muy presuntuoso… a menos que Dios le hubiera abierto esa puerta. Y eso fue lo que Dios hizo: Dios fue quien tuvo la iniciativa, Él le prometió a David establecer su reino; y, entonces, David tuvo el valor para pedir de la manera que lo hizo: “Y ahora, ten a bien bendecir la casa de tu siervo, a fin de que permanezca para siempre delante de ti; porque tú, oh Señor Dios, has hablado y con tu bendición será bendita para siempre la casa de tu siervo” (v. 29).

La promesa que Dios hizo a David encuentra su cumplimiento último en Jesús, quien es el Rey-Salvador de todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en Él. Jesús es la promesa más grande de todas y la razón por la cual Dios puede dar justamente buenas cosas a quienes merecen sólo castigo. Sigue leyendo Las promesas de Dios son para ser usadas.

Lisiado, pero en la mesa del Rey.

2 Samuel 9 es el relato de la misericordia del rey David hacia alguien que no la merecía como Mefiboset; lo cual es un reflejo de la misericordia de Dios hacia pecadores que no la merecen como nosotros.

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