Un joven que le gusta cantar himnos [III]

La verdad no es lo único en la alabanza a Dios, pero es esencial. Una de las razones por la que la verdad es esencial, es porque ésta servirá como fundamento para esas emociones que Dios espera que estén presentes en la alabanza. Continuemos viendo algunos de los himnos antiguos que me han ayudado a alabar a Dios como Él quiere y merece ser alabado.

Oíd un son en alta esfera, por Charles Wesley. Este himno nos presenta el misterio de la encarnación; Jesús, siendo 100% Dios en esencia, se hizo 100% hombre para la gloria de Dios al salvar a pecadores (Jn. 1:1-18):

“El Señor de los señores, el Ungido celestial,
Por salvar a pecadores toma forma corporal.
¡Gloria al Verbo encarnado, en humanidad velado!
¡Gloria a nuestro Redentor, a Jesús, Rey y Señor!
Canta la celeste voz: ¡En los cielos gloria a Dios!”.

Compadécete de mí, por Richard Redhead. Este himno nos ilustra un corazón que se acerca a Dios en arrepentimiento para ser perdonado de sus pecados (Salmo 51):

“En pecado yo nací,
nada bueno hay en mí;
Sólo en ti hay salvación,
Tú das luz al corazón.
Ven entonces a mi ser
y hazlo Tú resplandecer”.

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A nuestro favor.

  • C. S. Lewis: “El Hijo de Dios se hizo hombre, para que los hombres pudieran ser hijos de Dios” (Jn. 1:14,12).
  • Jesús, siendo en forma de Dios, se despojó a sí mismo y tomó forma de un hombre siervo; para que nosotros algún día seamos vestidos de incorrupción e inmortalidad (Flp. 2:5-7; 1 Co. 15:54).
  • Jesús se hizo pobre, para que nosotros fuéramos espiritualmente enriquecidos (2 Co. 8:9).
  • No se halló lugar para Él en el mesón, pero Él prepara lugar para nosotros en la casa de Su Padre, donde hay muchas mansiones (Lc. 2:7; Jn. 14:2).
  • Jesús nació de una mujer y nació bajo la ley, para redimir a los que están bajo la ley (Gl. 4:4,5).
  • Jesús no tuvo dónde recostar Su cabeza, para que nosotros tuviéramos reposo en Él (Lc. 9:58; Mt. 11:28).
  • Jesús padeció siendo tentado, para socorrer a nosotros que somos tentados (Heb. 2:18).
  • Jesús llevó nuestras enfermedades, para que nosotros fuéramos sanados (Is. 53:4,5).
  • Jesús fue castigado con la justicia de Dios, para que nosotros fuéramos tratados con Su misericordia (Is. 53:5; Ro. 9:23).
  • Aunque no conoció pecado, Jesús fue hecho pecado; para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Co. 5:21).
  • Jesús cargó nuestros pecados, para que nosotros fuéramos salvados (Is. 53:6,11).
  • Jesús bebió la copa de la ira de Dios, para que nosotros tomáramos de Su plenitud y gracia sobre gracia (Lc. 22:42; Jn. 1:16).
  • Jesús fue castigado (azotado, herido, abatido y molido), para que nosotros tuviéramos paz para con Dios (Is. 53:4,5; 2 Co. 5:19).
  • Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”; para que nosotros tuviéramos seguridad de eterna salvación (Mc. 15:34; Heb. 5:9).
  • Jesús fue hecho maldición, para que nosotros fuéramos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (Gl. 3:13; Ef. 1:3).
  • Jesús murió, para que nosotros tuviéramos vida eterna (Jn. 19:30; 6:51).
  • Jesús hizo todo esto, para que nosotros alabemos la gracia de Dios para siempre, mientras nos gozamos plenamente en Su presencia (Ef. 1:6; Sal. 16:11).

Este extracto fue tomado del sermón titulado Gloria al verbo en humanidad velado.

Oíd un son en alta esfera.

Oíd un son en alta esfera:
“¡En los cielos gloria a Dios!
¡Al mortal paz en la tierra!”
canta la celeste voz.
Con los cielos alabemos,
al eterno Rey cantemos,
A Jesús que es nuestro bien,
con el coro de Belén;

Canta la celeste voz:
“¡En los cielos gloria a Dios!”.

El Señor de los señores,
el Ungido celestial,
Por salvar a pecadores
toma forma corporal.
¡Gloria al Verbo encarnado,
en humanidad velado!
¡Gloria a nuestro Redentor,
a Jesús, Rey y Señor!

Canta la celeste voz:
“¡En los cielos gloria a Dios!”.

Príncipe de paz eterna,
gloria a ti, Señor Jesús;
Con tu vida y con tu muerte,
nos ofreces vida y luz.
Has tu majestad dejado,
a buscarnos te has dignado;
Para darnos el vivir,
A la cruz fuiste a morir.

Canta la celeste voz:
“¡En los cielos gloria a Dios!”.

Letra: Charles Wesley, 1739, adapt. George Whitefield, 1753, trad. Federico Fliedner. Música: Felix Mendelssohn, 1840, arreg. William H. Cummings, 1856.

¡Gloria al Verbo en humanidad velado! [Sermón]

“El Señor de los señores, el Ungido celestial, por salvar a pecadores toma forma corporal. ¡Gloria al Verbo encarnado, en humanidad velado! ¡Gloria a nuestro Redentor, a Jesús Rey y Señor!… Príncipe de paz eterna, gloria a ti, Señor Jesús; con tu vida y con tu muerte nos ofreces vida y luz. Has tu majestad dejado, a buscarnos te has dignado; para darnos el vivir, en la cruz fuiste a morir1”.

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1 Extracto del himno Oíd un son en alta esfera, escrito por Charles Wesley.