La mancha que permanece.

Ante el absurdo pecado, cometido por el pueblo de Israel, de dejar al Dios verdadero e ir tras dioses falsos, Dios pronunció las siguientes palabras: “Aunque te laves con soda y uses mucho jabón, la mancha de tu iniquidad está aún delante de mí —declara el Señor DIOS” (Jer. 2:22). En este versículo Dios ilustró la iniquidad con una mancha –una mancha que no podía ser quitada ni siquiera por aquellas cosas utilizadas para quitar manchas–. Dios dijo que aunque el pueblo se lavara con soda (o lejía), que es líquido de sales alcalinas utilizado para desinfectar y blanquear, y aunque el pueblo se frotara con mucho jabón, su iniquidad aún permanecería. No había nada que ellos pudieran hacer para borrar o limpiar su iniquidad. La mancha de su iniquidad permanecería, y peor, ésta permanecería delante del Señor Dios. ¡Terribles palabras!

Esas terribles palabras también se dirigen a todos los hombres (sentido genérico). Ni tú ni yo podemos borrar nuestros pecados. Es para nosotros imposible limpiar la mancha de nuestra iniquidad. Tal vez puedas cubrir esa mancha de la vista de los hombres, pero ¿de qué sirve eso si aún la mancha permanece delante de quien realmente importa, el Señor Dios? Él es el Santo, Santo, Santo (Is. 6:3); Él es muy limpio de ojos para ver el mal (Hab. 1:13); Él es a quien tendremos que dar cuentas y quien nos juzgará con justo juicio (Sal. 96:13). Y lo que el pecador merece es ira divina, condenación eterna en el infierno.

Aunque te laves a ti mismo con la disposición de hacer el bien y aunque de ahora en adelante amontones “buenas obras”, el Señor Dios dice: “tu iniquidad, tu rebelión contra mi ley, está aún delante de mí”. Acertada fue la conclusión a la cual llegó Esperanza: “si un hombre contrajo en el pasado una deuda enorme con un comerciante, aunque después le pague al contado todo lo que compre, su antigua deuda sigue pendiente y sin borrar en el libro de deudores del comerciante, y cualquier día ese comerciante podrá perseguirle por ella y meterlo en la cárcel hasta que la pague” (John Bunyan. El peregrino, p. 151).

Ahora, hay una buena noticia que aunque puede encontrarse si seguimos leyendo Jeremías, en esta ocasión vamos a considerarla en Isaías 1:18: “Venid ahora, y razonemos —dice el SEÑOR— aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán”.

1ra parte; 2da parte

¿Un Dios bueno airado?

Tal vez algunos se pregunten por qué en varios artículos hablo de la ira de Dios contra el pecador impenitente (i.e. Que no se arrepiente), aún cuando una línea de la misión de este blog dice que busco proclamar que Dios es bueno. Esa es una buena pregunta, he aquí mi respuesta:

PORQUE DIOS SE HA REVELADO ASÍ

Ni el salmista ni el resto de la Biblia tienen problema en afirmar que Dios es bueno y también que Él está airado contra el pecador impenitente. Por ejemplo, el salmista afirma que Dios es bueno en el Salmo 34:8: “Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (RVR1960); y más adelante, en el mismo capítulo, en el versículo 16 dice: “La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos”. En el Salmo 119:68, el salmista dice: “Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos”; aún cuando en un salmo anterior, Salmo 7:11, él había dicho: “Dios es juez justo, y un Dios que se indigna [o está airado] cada día contra el impío”.

En el resto de la Biblia también encontramos esto. Por ejemplo, el profeta dice en Nahúm 1:7: “Bueno es el SEÑOR, una fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que en El se refugian”; ahora, nótese lo que dice en los versículos que lo circundan: “En presencia de su indignación, ¿quién resistirá? ¿Quién se mantendrá en pie ante el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego, y las rocas se despedazan ante El… Lo que traméis contra el SEÑOR, El lo hará completa destrucción; no surgirá dos veces la angustia” (vv. 6, 9). No deberíamos tener problemas en presentar a un Dios bueno que se aíra contra el pecador impenitente ya que Dios mismo se ha revelado así.

PORQUE LA BONDAD DE DIOS ESTABLECE SU IRA

La bondad de Dios no excluye Su ira, más bien la establece. ¿Sería Dios bueno si se quedara de brazos cruzados ante la maldad de los pecadores? ¿Sería Dios bueno si se deleitara en el pecado de los hombres? ¿Sería Dios bueno si no manifestara Su enojo y castigo contra tales? Ciertamente no. Es precisamente porque Dios es bueno que Dios se aíra contra los pecadores impenitentes. Continuar leyendo ¿Un Dios bueno airado?

¿Por qué me has abandonado?

Cross

En Marcos 15:34 se relata como «a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA SABACTANI?, que traducido significa, DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?». Aunque por esas palabras sabemos que por un tiempo Jesús fue abandonado por Dios Padre (Hch. 2:27), nuestro saber es limitado. No sabemos completamente cómo Dios Padre abandonó a Dios Hijo, tampoco sabemos por experiencia lo que es ser abandonados por Dios. Matthew Henry dijo: “El creyente puede haber saboreado algunas gotas de amargura, pero solo puede formarse una idea muy débil de la grandeza de los sufrimientos de Cristo” (Comentario de la Biblia, p. 751).

El ser abandonado por Dios Padre fue, para Jesús, el sufrimiento más grande, el dolor más intenso que experimento al sufrir la ira de Dios. El ser abandonado por Dios Padre fue, para Jesús, el sedimento más agrio de la copa que bebió (Mc. 14:36). Nunca está demás recordar que Jesús no estuvo allí, sufriendo la ira de Dios, por Sus pecados –pues Él nunca pecó–, sino por pecadores como tú y yo. Como nuestro Sustituto, Jesucristo cargó el pecado de todos nosotros (1 P. 2:24). Continuar leyendo ¿Por qué me has abandonado?

La disciplina del Señor.

Algunos padres al momento de disciplinar a sus hijos están llenos de, dominados por, controlados por la ira y casi siempre que esto ocurre, ellos castigan de una manera muy desproporcionada al niño, por su mala conducta. Otros “aman” tanto a sus hijos, que no los disciplinan; para ellos «disciplina» y «amor» son mutuamente excluyentes. Estos (disciplina llena de ira y no disciplina) son dos extremos que los padres deben evitar. Debido a que Dios es el Padre perfecto, no miramos a nuestros padres terrenales y decimos: “Dios luce así”; más bien, miramos a Dios y decimos: “los padres deben lucir así”.

C. S. Lewis dijo: “El Hijo de Dios vino al mundo para hacer a los hombres hijos de Dios”; queriendo significar que gracias a la obra del unigénito Hijo de Dios (Jn. 1:18) a favor de los que creemos en El, hemos sido adoptados como hijos de Dios. Eso es confirmado por Juan 1:12: “Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre”; y 1 Juan 3:1a nos dice que somos hijos amados: “Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos”.

Dios no es como esos padres que “aman” tanto a sus hijos que no los disciplinan. He puesto la conjugación del verbo amar entre comillas, pues pregunto si es amor el dejar a los hijos en el error por no querer disciplinarlos –no lo creo–. Pienso, más bien, que es una crueldad. ¡Gracias a nuestro Padre celestial, pues Él no es así! Dice Proverbios 3:12: “Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (RVR1960). Dios disciplina a Sus hijos, pero no como aquellos padres que están llenos de ira al disciplinar. Ciertamente es justo que Dios esté airado contra los pecadores, pero ¿sabes tú, hijo de Dios, por qué Dios no te disciplina con ira? Porque Jesucristo vino voluntariamente a sufrir en la cruz la ira de Dios que nosotros merecíamos. Él sufrió de tal manera la ira de Dios Padre, por causa de nuestros pecados, que gritó: “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?” (Mc. 15:34). Dios derramó toda Su ira sobre Jesucristo, para que todo Su amor sea derramado sobre nosotros. ¡Gracias Jesucristo por tu sacrificio! Continuar leyendo La disciplina del Señor.