Si Dios sabe lo que pediremos, ¿por qué orar?

Primero, veamos en la Palabra de Dios esta realidad (Dios sabe lo que diremos o pediremos, Dios quiere que oremos):

  • El salmista David fue aquel quien, inspirado por Dios, escribió: “Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh SEÑOR, tú ya la sabes toda” (Salmo 139:4); sin embargo, él no dejo de componer salmos al Señor ni de orar.
  • Jesús, cuando enseñaba a Sus discípulos a orar, dijo: “vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis” (Mt. 6:8); sin embargo, a la conclusión que Jesús llega en el versículo siguiente no fue que dejaran de orar, sino: “Vosotros, pues, orad de esta manera…” (v. 9).
  • Otro caso es el relato de los dos ciegos de Jericó que se encuentra en Mateo 20:29-34. Estos ciegos probablemente no tenían el conocimiento de la omnisciencia de Dios que tenía David, tampoco habían recibido la enseñanza que Jesús dio a Sus discípulos de cómo orar; pero ante su clamor para que Jesús tuviera misericordia de ellos, Jesús respondió: “¿Qué queréis que yo haga por vosotros?”. Obviamente ellos querían recuperar la vista, pero Jesús preguntó y ellos le pidieron la sanidad.

Ahora veamos que Dios quiere que nosotros oremos porque:

  • Él ha establecido que la oración de fe precede al obrar de Su mano poderosa en determinada circunstancia o a la obtención de aquello que deseamos y está dentro de Su voluntad. Jesús mismo dijo: “Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mt. 21:22). Dice en Santiago 5:15 que «la oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará». Dios puede, sin que nosotros oremos, obrar o concedernos algunos deseos que están dentro de Su voluntad; pero en la generalidad de los casos aquel que pide es quien recibe (“Pedid, y se os dará”, Mt. 7:7) y aquel que no pide es quien no recibe (“No tenéis, porque no pedís”, Stg. 4:2).
  • La oración nos recuerda que hay un (único) Dios soberano y no somos nosotros; más bien, nosotros dependemos enteramente de Él. Nosotros estamos aquí abajo y Él en las alturas; nosotros somos los necesitados y en Él está lo que necesitamos.

¿Puede un cristiano perder la salvación?

Hay quienes afirman que un cristiano puede perder su salvación, porque han visto como algunos que ayer profesaban la fe, hoy no permanecen en ella1. Pero, ¿qué dice la Palabra de Dios acerca de esto? Según la Palabra de Dios, un cristiano verdadero no puede perder la salvación. Son muchos los pasajes bíblicos que enseñan esta maravillosa verdad, veamos algunos de ellos:

Mateo 24:13 dice: “Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo”. Este verso no debe interpretarse como que con la perseverancia se compra la salvación; no, «por gracia habéis sido salvados». Más bien, el fruto de aquel que es salvo es la perseverancia. Como dijo el escritor de Hebreos: “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma” (10:39).

En Juan 6:38 Jesús dijo que Él ha venido para hacer la voluntad de Aquel que lo envió (Su Padre celestial). ¿Cuál es esa voluntad? Jesús responde en el siguiente versículo: “que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final” (v. 39). Él no perdió a ninguno en aquel entonces, ya que dijo en Juan 17:12: “Cuando estaba con ellos, los guardaba en tu nombre, el nombre que me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera”; y, sin duda alguna, no perderá a ninguno de aquellos que el Padre le ha dado (Jn. 17:20). Sigue leyendo ¿Puede un cristiano perder la salvación?

¿Qué significa «amén»?

El término “amén” viene del hebreo amen. Este término, con respecto a Dios, es traducido como «fiel»: “Reconoce, pues, que el SEÑOR tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda su pacto y su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que le aman y guardan sus mandamientos” (Dt. 7:9); también en Isaías 49:7 y 65:16. Y ya que Dios es fiel, toda palabra que procede de El también lo es: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo” (Sal. 19:7, RVR1960; véase también Isaías 55:3). En el Nuevo Testamento, Jesús usa frecuentemente amen, traducido como ‘de cierto’ (Mt. 16:21; Mc. 9:1; Jn. 1:51) o ‘en verdad’ –que es el caso en Lucas 9:27. También amen es relacionado con Jesús (2 Corintios 1:20) y a Él mismo se le llama «el Amén» (Ap. 3:14). Así que, «amén» [con respecto a Dios] hace referencia a la fidelidad y veracidad de Su persona y Su Palabra.

El pueblo de Israel utilizó amen como asentimiento y aceptación, ya sea, a un juramento, a un anuncio o a una profecía –con consecuencias positivas o negativas (1 R. 1:36; Neh. 5:13; Jer. 11:5). También se utilizó al final de las alabanzas rendidas a Dios (1 Cr. 16:36; Sal. 41:13; 106:48). En el Nuevo Testamento, la iglesia primitiva también utilizó el término al final de las oraciones y de las alabanzas rendidas a Dios (1 Corintios 14:16; Efesios 3:21), tal como se hace en el cielo según Apocalipsis 5:14. Teniendo en mente Apocalipsis 22:20, que dice: “El que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús”; “amén” significa «así sea», expresando así un anhelo o fuerte deseo de que se haga tal como Dios ha dicho.