Gustad, y ved que es bueno Jehová.

“Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34:8; RVR1960).

Gustad, y ved. Haz una prueba interna y experimental de la bondad de Dios. No podrás ver a menos que gustes por ti mismo. Si tú gustas, tú verás, porque esto, como la miel de Jonatán, ilumina los ojos. Que es bueno Jehová. Sólo podrás saber esto, real y personalmente, por la experiencia. Allí está el banquete con sus bueyes y animales engordados, sus manjares suculentos llenos de médula y vino bien refinado; pero toda su dulzura será desconocida para ti a menos que hagas tuyas las bendiciones de gracia, por una viva, interior y vital participación de ellas. Dichoso el hombre que confía en él. La fe es el gustar del alma; aquellos que gustan al Señor, por su confianza, siempre lo encuentran bueno y ellos se convierten a sí mismos en dichosos. La segunda clausula del versículo es el argumento de apoyo de la exhortación contenida en la primera oración1.

ALLÍ ESTÁ LA GLORIA DE DIOS Y NUESTRO BENEFICIO

En la primera parte del Salmo 34:8 se dice que «bueno es Jehová». Dios en Su naturaleza es bueno; no hay nadie como Él, no hay nadie más bueno que Él. El hombre, por la gracia de Dios, tiene cierto grado de bondad; pero no olvidemos que esa bondad le ha sido dada por, procede del Dios que es bueno por naturaleza. Cuando el hombre gusta y ve, reconoce con gozo, que Dios es bueno, entonces Su gloriosa bondad brilla, Él es glorificado; porque es visto tal como Él es. Lo mismo podemos decir de la confianza en Él: cuando el hombre confía en Dios, Su gloriosa fidelidad brilla, Él (Dios) es glorificado; porque es visto tal como Él es, el Dios que siempre cumple Su Palabra.

Pero también en este salmo está nuestro beneficio en Dios. Nótese el llamamiento: “Gustad y ved”. Es un llamamiento a saborear personalmente cuán bueno es Dios. No se nos llama a gustar algo malo, no se nos llama a gustar algo agrio; más bien, se nos llama a saborear al Dios que es supremamente bueno. Por lo tanto, esto no es algo detestable y repugnante que estamos obligados a hacer, sino un dulce deber que traerá deleite y beneficio a nosotros. Esto se confirma en la segunda parte del versículo, donde se describe al hombre que confía en Dios como dichoso, bienaventurado, muy feliz. Ese hombre tiene que ser dichoso pues en quien él se apoya no es en otro hombre que miente, sino en el Dios siempre cumple Sus promesas de bien para aquellos que en Él confían (estos no serán avergonzados). Continuar leyendo Gustad, y ved que es bueno Jehová.

Se trata de Cristo Jesús.

"Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención, para que, tal como está escrito: EL QUE SE GLORIA, QUE SE GLORIE EN EL SEÑOR" (1 Co. 1:30,31).
«Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención, para que, tal como está escrito: EL QUE SE GLORIA, QUE SE GLORIE EN EL SEÑOR» (1 Co. 1:30,31).

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Huye y sigue.

Dios, quien nos ha dado Su gracia en Jesucristo, quiere que como cristianos huyamos del peligro de las pasiones pecaminosas de la juventud como la fornicación, el orgullo, la imprudencia y el amor al dinero. Pero también, El quiere que procuremos con diligencia la justicia, la fe, el amor y la paz; no como personas aisladas, sino en compañía de otros cristianos.

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Acerca de las resoluciones.

Un nuevo año empieza y es normal que las personas hagan sus resoluciones. Se planea hacer ciertas cosas, dejar de hacer otras. Algunos determinan iniciar una dieta y hacer más ejercicios, otros determinan hacer ciertas cosas en relación con Dios (p. ej. Leer más la Biblia, orar más, tener una comunión más íntima con Dios). Quiero hablarles principalmente a estos últimos.

No creo que hacer resoluciones sea incorrecto. A los largo de la historia siervos de Dios, como Jonathan Edwards, hicieron resoluciones por la causa de Cristo. También en la Biblia encontramos el ejemplo de David, quien había jurado y confirmado que guardaría las justas ordenanzas de Dios (Sal. 119:106); Daniel propuso en su corazón no contaminarse con los manjares del rey ni con el vino que él bebía (Dn. 1:8); Pablo decidió, en el espíritu, ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya (Hch. 19:21); Pablo también oró a Dios por los Tesalonisenses, para que Él cumpla todo deseo de bondad y la obra de fe (2 Ts. 1:11). Creo también que las resoluciones pueden cuidarnos de clamar a Dios, pero no marchar; es decir, orar a Dios por ayuda, pero no actuar responsablemente o hacer uso de los medios que Él ha establecido (Ex. 14:13-16; Flp. 2:12,13). Sin embargo, he aquí algunas consideraciones –aunque muchos de los pasajes bíblicos hablan de los votos, el mismo principio puede aplicarse a nuestro tema: Continuar leyendo Acerca de las resoluciones.