Escudriñando las Escrituras.

En Hechos 17:10-15, Lucas (inspirado por Dios) nos relata la visita de Pablo y Silas a Berea. En el versículo 11 dice: “Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así”. En este versículo vemos como los de Berea no pusieron a Pablo y Silas por encima de las Escrituras, sino al contrario. Los de Berea no dijeron: “Ellos (Pablo y Silas) son grandes ministros de Dios, no necesitamos escudriñar las Escrituras”. Los de Berea recibieron la palabra proclamada, escudriñando (examinando, indagando, investigando) diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. Los de Berea iban constantemente a las Escrituras para ver si la palabra proclamada era conforme a las Escrituras. Matthew Henry, comentando este pasaje, dijo: “Su buena disposición para recibir la palabra no fue aquella en la cual ellos tomaron las cosas confiadamente, tragados por una fe implícita. Más bien, como Pablo razonó las Escrituras y los refirió al Antiguo Testamento para probar lo que decía; ellos recurrieron a sus Biblias, fueron a los lugares a los cuales Pablo les refirió, leyeron el contexto, consideraron la extensión de ellos, compararon con otros lugares de la Escritura, examinaron si las inferencias de Pablo eran naturales y genuinas, y si sus argumentos sobre la Escritura eran convincentes, actuando, entonces, en consecuencia”. ¡Oh, cuánto necesitamos en nuestros días imitar en esto a los de Berea! No importa cuánto renombre tenga un ministro, siempre examina su enseñanza, filtra todas sus palabras a través de la Palabra de Dios, escudriña cada día las Escrituras para ver si las cosas son así. Hacer esto (escudriñar las Escrituras) te librará de terminar confiando en la palabra de los hombres (quienes pueden mentir) antes que en la de Dios (quien siempre es veraz). Que tu Biblia nunca esté cerrada mientras un sermón es proclamado.

Si eres maestro de las Escrituras, procura que el mensaje que transmitas no sea tu palabra, sino Su Palabra (la Palabra de Dios) –y llévalos a ésta al citarla constantemente. La Palabra de Dios es la única que puede dar al hombre la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Ti. 3:15) y es también la que nos instruye para vivir como a Dios le agrada (2 Ti. 3:17). Hechos 17:12 dice: “Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción”. Muchos creyeron no por la elocuencia del expositor, ni por palabras de sabiduría e inteligencia humana; sino que esas personas creyeron en Jesucristo por la Palabra de Dios que había sido proclamada.

Spurgeon sobre «Tres señales de la verdadera conversión».

Al escuchar los sermones de Charles H. Spurgeon, una gran cantidad de personas profesaron fe; pero antes de ser bautizadas y pasar a ser miembros de la iglesia local, estas personas debían ser entrevistadas. En dicha entrevista se buscaba tres señales de la verdadera conversión –pues Spurgeon reconocía la tremenda responsabilidad que conllevaba dar pie a una persona para que creyera que era salva si no había muestras de que así fuese:

  1. ¿Había el individuo, sabiéndose pecador e incapaz de hacer nada para salvarse, acudido a Dios implorando misericordia? ¿Había encomendado su alma a Cristo por entero creyendo en el mérito salvífico de su muerte en la Cruz?
  2. ¿Había llegado la persona en cuestión a una vida nueva, experimentando un cambio de sentimientos, victoria sobre el pecado, amor hacia la Palabra de Dios y deseo de ganar a otros para Cristo?
  3. ¿Poseía él o ella una comprensión elemental de las doctrinas de la gracia, reconociendo que su salvación no comenzaba en sí mismo o en su propia voluntad, sino con la elección y acción divinas; y que Dios, que lo salvaba, lo guardaría a través del tiempo y de la eternidad?

Este artículo es un extracto tomado de: Arnold Dallimore. Spurgeon: una nueva biografía (España: Editorial Peregrino, 2006), p. 129.

Guardar Sus mandamientos.

El amor no se demuestra sólo con palabras, sino también con acciones –éstas últimas son más elocuentes que las primeras. Las acciones per se no son el amor, pero éstas demuestran si una persona ama o no. Jesús dijo en Juan 14:15: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos«; y enfatizó Sus palabras al repetirlas varias veces en el mismo capítulo (vv. 21,23,24). Es como si Jesús dijera: “Aquella persona que afirma amarme, demuéstrelo al guardar mis mandamientos”. No se demuestra amor por Jesús simplemente diciendo: “Yo amo a Jesús”; sino que se demuestra amor por Jesús guardando Sus mandamientos.

Guardar Sus mandamientos no es guardar la Biblia en una gaveta. Guardar Sus mandamientos no es meramente memorizar: “AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE, Y CON TODA TU FUERZA” (Mc. 12:30). Guardar Sus mandamientos (Su Palabra) implica básicamente dos cosas:

1. CONOCER

Aquel que no conoce la instrucción o el mandamiento no podrá llevarlo a cabo. ¿Cómo guardaremos lo que no sabemos que debemos guardar? Por eso es importante exponernos constantemente a la Palabra de Dios y memorizarla. Guardar Sus mandamientos no es solamente conocerlos, pero tampoco es menos que esto.

2. PRACTICAR (CUMPLIR)

Guardar Sus mandamientos no es solamente conocerlos; sino también practicarlos, cumplirlos. En el Salmo 119:34 dice: “Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón”; y en 1 Juan 2:6 dice –en el contexto de guardar Su Palabra: «El que dice que permanece en El, debe andar como El anduvo«.

Keller sobre «Sustitutos de Dios».

Varios «sustitutos de Dios» y los prejuicios y destrucción ocasionados por cada uno de ellos. En efecto, podemos distinguir algunos:

  • Si centras tu vida e identidad en tu cónyuge o pareja, serás dependiente, celoso y controlador en términos emocionales.
  • Si centras tu vida e identidad en tu familia e hijos, tratarás de vivir tu vida a través de ellos, hasta que tus hijos se molesten contigo o no tengas un “yo” propio. En el peor de los casos, podrás abusar de ellos si te causan disgustos.
  • Si centras tu vida e identidad en tu empleo y profesión, serás adicto al trabajo, superficial y aburrido. En el peor de los casos, perderás a tus familiares y amigos, y si te va mal en tu profesión, puedes sufrir una profunda depresión.
  • Si centras tu vida e identidad en el dinero y en las posesiones materiales, te consumirás por la preocupación por el dinero. Estarás dispuesto a hacer cosas poco éticas para mantener tu estilo de vida, lo cual terminará por arruinar tu vida.
  • Si centras tu vida e identidad en el placer, la gratificación y la comodidad, te volverás adicto a algo. Quedarás encadenado a las “estrategias de escape” con las cuales intentas evitar las dificultades de la vida.
  • Si centras tu vida e identidad en las relaciones y en la aprobación, constantemente te sentirás herido por la critica y siempre pelearás con tus amigos. Sentirás miedo de confrontarlos, y serás por lo tanto un amigo inútil.
  • Si centras tu vida e identidad en una “causa noble”, dividirás al mundo entre “bueno” y “malo”, y satanizarás a tus oponentes. Irónicamente, serás controlado por tus enemigos, pues, sin ellos, no tendrás un propósito en la vida.
  • Si centras tu vida e identidad en la religión [salvación por medio del esfuerzo moral] y la moralidad, y vives a la altura de tus parámetros morales, serás orgulloso, cruel, y te creerás superior a los demás. Si no vives a la altura de tus parámetros, sentirás una culpa devastadora (pp. 280, 281).

Todos tenemos que vivir por algo. Y lo que quiera que esto sea, se convierte en el «Señor de tu vida», aunque lo pienses así o no. Jesús es el único que, si lo recibes, te llenará por completo, y, si le fallas, te perdonará eternamente (p. 177).

Este artículo es un extracto tomado de: Timothy Keller. En defensa de Dios: creer en una época de escepticismo (Bogotá, Colombia: Grupo Editorial Norma, 2009).