Las palabras del Salmo 37:4 pueden parecer a muchos una promesa de que se le concederá, a aquel que profese ser cristiano, absolutamente todo lo que a éste se le antoje; pero eso está muy lejos de la realidad. El Salmo 37:4 dice lo siguiente:
“Pon tu delicia en el SEÑOR, y El te dará las peticiones de tu corazón”.
El versículo comienza con el siguiente llamamiento: “Pon tu delicia en el SEÑOR”. Eso es lo primero, está antes que todo. Se nos llama a gozarnos, amar, apreciar sobre todas las cosas, encontrar placer en el Señor –no en lo que podría darnos, sino en El mismo–. Y es entonces que se promete: “El te dará las peticiones de tu corazón”. ¿Para quién es esa promesa? Para todo aquel cuyo deleite es el Señor. ¿Cuáles son las peticiones del corazón de esta persona? Es importante saber que el corazón pide aquello en lo cual se deleita. Así que, las peticiones del corazón de esta persona es el Señor mismo, lo que a El le agrada, lo que está acorde a Su voluntad y nada fuera de El. “Más de ti, Señor” –es la petición de aquel que se deleita en el Señor–; y esta petición es concedida por el Señor.
Poner nuestra delicia en el Señor es, como dijo Matthew Henry, tanto un deber como un privilegio. Ya que el Señor es bueno en Su esencia, el poner nuestra delicia en El no es un trabajo gravoso –¡contempla la cruz!–. Ya que fuimos creados para la gloria del Señor (Is. 43:3) y sólo en Su presencia hay plenitud de gozo, delicias para siempre (Sal. 16:11); ni los hombres, ni el dinero, ni el sexo, ni ninguna otra cosa creada es mejor que el Señor ni [ninguna cosa creada] tiene la capacidad de satisfacernos perfectamente. Sólo el Señor. Sea, pues, nuestra profesión el deleitarnos más y más en el Señor.