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El Viernes Negro de Jesús.
Viernes Negro (“Black Friday” en inglés) es el día en el que muchas tiendas ofrecen grandes descuentos y ofertas especiales, dando así inicio a la temporada de compras navideñas. Se celebra el último viernes de noviembre, justo después del día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Y aunque la celebración comenzó en Estados Unidos, ésta se ha convertido en un fenómeno internacional.
Se han dado varias explicaciones sobre el origen del nombre. Una de ellas dice que el nombre “Viernes Negro” se debe a que, en este día, la cuenta de los comercios pasa de números rojos (pérdidas) a números negros (ganancias). Y todo eso me hace pensar en un viernes negro que se registró en la Biblia y los grandes beneficios que obtenemos por lo que pasó en éste.
SU REGISTRO
Quiero aclarar que la Biblia no nos da el origen de este fenómeno que hoy conocemos como “Viernes Negro” –este libro no fue escrito con ese propósito–. Y las bendiciones del viernes negro que se registra en la Biblia no tienen nada que ver con cosas materiales. Pero sí son mejores. Mucho mejores.
El viernes negro al cual me refiero fue registrado, bajo inspiración divina, por el evangelista Mateo. Éste, hablando en el contexto de la crucifixión y muerte de Jesús –que ocurrió un viernes–, dijo:
“Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Mateo 27:45).
El solo hecho de que Mateo haya mencionado este inusual suceso debe hacernos pensar que éste tiene importancia. Nada registrado en la Palabra de Dios es accidental, ¡ni siquiera una letra! (véase Gál. 3:16) Pero eso no es todo, los evangelistas Marcos (15:33) y Lucas (23:44) también registraron la oscuridad que vino el viernes en el que Jesús fue crucificado.
SU SIGNIFICADO
Algunos han dicho que esta oscuridad fue causada por un eclipse solar. Otros la atribuyen al siroco del desierto. Pero lo cierto es que no sabemos qué (o cómo) causó esta oscuridad que vino sobre toda la tierra, desde el mediodía (hora sexta) hasta las tres de la tarde (hora novena).
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¿Qué haría Jesús en Semana Santa?
¿Qué vas a hacer en Semana Santa? Algunos visitarán «la iglesia» (es decir, el templo en donde se reúne la iglesia). Algunos irán a bañarse en la playa. Algunos irán a recrearse en un hotel. Algunos se quedarán en sus casas para descansar. Y otros, principalmente si son dominicanos, planean comer muchas habichuelas con dulce.
¿QUÉ HIZO JESÚS EN SEMANA SANTA?
¿Qué haría Jesús en Semana Santa? O una mejor pregunta sería: ¿Qué hizo Jesús en Semana Santa? Digo que ésta última sería una mejor pregunta porque la Biblia nos dice qué hizo Jesús en Semana Santa.
Pero antes de ver lo que Jesús hizo en esa semana, es importante definirla: la Semana Santa es la conmemoración cristiana de la semana de la pasión de Cristo.
El domingo Jesús entró a Jerusalén sentado sobre un pollino (o un burrito) mientras la multitud tendía mantos, esparcía ramas de árboles en su camino y gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!» (Mat. 21:1-11).
El lunes Jesús entró en el templo, echó a los que compraban y vendían y volcó las mesas de los que cambiaban dinero. Y les dijo: «Mi casa será llamada casa de oración; pero ustedes la están convirtiendo en cueva de ladrones» (Mat. 21:12, 13). Entonces, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley comenzaron a buscar la manera de matarlo.
El martes Jesús enseñó la Parábola de los dos hijos, la Parábola de los labradores malvados y la Parábola del banquete de bodas. Sus enseñanzas causaron controversia. Jesús también lloró por Jerusalén con las siguientes palabras: «¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!» (Mat. 21:23-23:39).
El miércoles Jesús les dijo a Sus discípulos: «el Hijo del hombre será entregado para que lo crucifiquen». Entonces, Judas Iscariote fue a los principales sacerdotes y a los jefes de la guardia y acordó con ellos entregar a Jesús por treinta monedas de plata (Lc. 22:1-5).
El jueves Jesús participó de la última cena con Sus discípulos. En ésta Él les dijo: «Tomen y coman; esto es mi cuerpo. Beban, esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados» (Mateo 26). Después Jesús fue a Getsemaní y, con mucha tristeza y angustia, oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mat. 26).
El viernes Jesús es arrestado e interrogado por Caifás y Pilato. Después fue crucificado y desde la cruz gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado». Posteriormente Jesús es sepultado (Mc. 15).
El sábado Jesús sigue en la tumba. Los jefes de los sacerdotes y los fariseos hacen que se selle la tumba de Jesús y que se ponga una guardia de soldados para evitar que el cuerpo de Jesús fuera robado (Mat. 27:62-64).
El domingo Jesús resucitó de los muertos, dejando así la tumba vacía. Un ángel les dijo a las mujeres que habían ido a la tumba de Jesús: «ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo» (Mat. 28).
EL GRAN AMOR DE JESÚS
Tal como hemos visto, la Biblia nos relata que la Semana Santa de Jesús no fue una semana de recreación y descanso. Más bien fue una semana de pasión, en el sentido de sufrimiento. Y los sufrimientos de Jesús no fueron un accidente ni una sorpresa para Él.
Lucas 9:51 dice: «Sucedió que cuando se cumplían los días de Su ascensión, Jesús, con determinación, afirmó Su rostro para ir a Jerusalén». Jesús sabía que lo que le esperaba en Jerusalén no era un baño en la playa, sino sufrimiento hasta la muerte. Y aún así, determinó ir allá. Tú y yo corremos del sufrimiento, Jesús corrió hacia el sufrimiento. Porque Él sabía que si Él no era condenado, nosotros tendríamos que serlo.
En medio de todas las recreaciones lícitas de las cuales participemos en esta Semana Santa, que nuestra mayor recreación sea meditar en el gran amor de Jesús por nosotros.