«Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él» (1 Juan 2:29. RVR1960).
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Hay algo peor que los incendios en Los Ángeles.
Cuando escuché que Los Ángeles se estaba incendiando, pensé que se trataba de otra temporada más de incendios forestales. Pero cuando vi los videos de lo que estaba pasando, lo que parecía una película de terror, supe que éste no era un incendio más.
En el momento en el que estoy escribiendo esto, los incendios de Eaton y Palisades –y el de Hurst– se encuentran entre los cinco más destructivos y mortales en la historia de California. Aunque las autoridades locales están haciendo todo lo que está a su alcance para controlar las llamas, la sequía por falta de lluvia y los fuertes vientos están empeorando la situación.
Más de 30 mil personas han sido obligadas a la evacuación. Cerca de 2 mil hectáreas se han quemado. Miles de estructuras fueron destruidas. Y al menos 24 personas han muerto.
Aquí puedes ver algunos videos impactantes de los incendios:
¡No dejemos de orar por Los Ángeles y otras regiones cercanas en California!
¿¡QUÉ PUEDE SER PEOR!?
Ahora, después de lamentar y de orar, quiero que sepamos que hay algo peor que estos incendios. Y no me refiero a temporadas pasadas de incendios forestales en California.
En Génesis 19, la Biblia relata como Dios “hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra… Él destruyó aquellas ciudades y todo el valle y todos los habitantes de las ciudades y todo lo que crecía en la tierra”. El fuego y la destrucción fueron tan grandes que, se dice en el mismo capítulo, Abraham miró “hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la tierra del valle y miró; y el humo ascendía de la tierra como el humo de un horno”. Sin embargo, cuando digo que hay algo peor que los incendios en Los Ángeles, tampoco me refiero a la destrucción de Sodoma y Gomorra.
En Judas 7 se dice lo que pasó con Sodoma y Gomorra fue un ejemplo del castigo del fuego eterno. Y si fue sólo un ejemplo eso quiere decir que el castigo del fuego eterno es muchísimo peor. Y eso es a lo que me refiero al decir que hay algo peor que los incendios.
Mientras que el fuego en Los Ángeles es temporal –y oramos para que pronto llegue a su fin–, el fuego (castigo) del infierno es eterno. Eso lo dice no sólo Judas 7, sino también los siguientes versículos:
- “Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:12).
- “Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno” (Mateo 18:8).
- “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41).
- “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:10).
En este fuego serán castigados el diablo y los demonios. Pero también serán castigados en éste todos los pecadores que, queriendo vivir a su manera, han hecho lo que Dios prohíbe y no han hecho lo que Dios manda. Apocalipsis 21:8 menciona a los cobardes, incrédulos, inmorales y mentirosos como algunos de los que “tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre”.
¡HAY ESPERANZA!
Pero no todo es malas noticias, hay esperanza. Esta esperanza no se encuentra en un pasado sin mancha. Porque tanto tú como yo hemos somos pecadores y hemos pecado contra Dios. Esta esperanza tampoco se encuentra en una promesa futura de no volver a pecar. Porque, aunque eso fuera posible, eso no borraría nuestras manchas del pasado. Nuestras obras son como arrojar agua de una botellita para acabar con el incendio en Los Ángeles.
¡Nuestra esperanza se encuentra en Jesús! Su obra, Su vida de perfecta obediencia a Dios hasta la muerte, sí fue suficiente. Jesús bebió toda la copa de la ira de Dios para que todos los que buscan refugio en Él no tengan que beber ni una gota de ira. Corre a Jesús, con arrepentimiento y fe, y serás salvo de la ira venidera.
Aprende a dar y recibir elogios con Pablo.
El Diccionario de la lengua española define “elogio” como la alabanza de las cualidades y méritos de alguien o de algo. Una vez definido el término, te pregunto: ¿Cuál es tu actitud hacia los elogios? He escuchado a cristianos decir que ellos no elogian a nadie porque eso puede dar motivo al envanecimiento de la otra persona. Otros, al ser elogiados, parecen negar todo lo bueno que han hecho.
Ninguna de esas dos son actitudes correctas ante los elogios. Pero aquí está el apóstol Pablo para enseñarnos a dar y recibir elogios de una manera que agrade a Dios.
DAR ELOGIOS
“Ahora, hermanos, les damos a conocer la gracia de Dios que ha sido dada en las iglesias de Macedonia. Pues en medio de una gran prueba de aflicción, abundó su gozo, y su profunda pobreza sobreabundó en la riqueza de su liberalidad. Porque yo testifico que según sus posibilidades, y aun más allá de sus posibilidades, dieron de su propia voluntad, suplicándonos con muchos ruegos el privilegio de participar en el sostenimiento de los santos. Y esto no como lo habíamos esperado, sino que primeramente se dieron a sí mismos al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Corintios 8:1-5).
En 2 Corintios 8 el apóstol Pablo muestra a las iglesias de Macedonia como un ejemplo de generosidad que la iglesia de Dios en Corinto debía imitar: las iglesias de Macedonia estaban en gran prueba de aflicción, pero abundaron en gozo; eran profundamente pobres, pero eran ricos en generosidad.
Las iglesias de Macedonia dieron más allá de sus posibilidades. No por obligación, sino de su propia voluntad. Los ruegos no vinieron del apóstol o sus colaboradores, sino que los ruegos vinieron desde estas iglesias para que las dejaran participar de lo que ellas consideraban un “privilegio”: sostener a otros cristianos en necesidad.
Continuar leyendo Aprende a dar y recibir elogios con Pablo.¿Estoy obligado a ir a la iglesia?
Hace un año, mientras enseñaba a un grupo de estudiantes de la secundaria, alguien me preguntó que si era un pecado no ir a la iglesia. Algunos respondieron que sí, otros respondieron que no. Parte de mi respuesta fue recordarles que pecado es no hacer lo que la Palabra de Dios manda o hacer lo que la ésta prohíbe. Al final de día, lo que la Biblia dice importa más que las opiniones que tenemos.
Un par de semanas atrás, me topé en las redes sociales con un comentario que decía que en ningún lugar de la Biblia se nos manda a ir a la iglesia. ¿Es eso cierto? Eso es lo que quiero que consideremos en este breve artículo. Pero antes…
LA IGLESIA NO ES UN EDIFICIO
Muchos (tanto cristianos como no-cristianos) hablar de “ir a la iglesia” como si la iglesia fuera un lugar. Pero para Dios, tal como lo vemos en el Nuevo Testamento, la iglesia no es un edificio; la iglesia es el grupo de cristianos reunidos en el nombre de Jesús.
Así que, la iglesia no es un edificio, la iglesia local se reúne en un edificio. Dicho de otra manera: nosotros no vamos a la iglesia, nosotros (los cristianos) vamos a reunirnos como iglesia en un lugar.
Una vez hecha esa aclaración, volvamos a la pregunta principal: ¿Nos manda la Biblia a reunirnos como iglesia? Digo que esa es la pregunta principal, porque si ésta lo manda, entonces sí estamos obligados. Y si no lo hacemos, entonces estamos pecando.
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