Es nuestro deber y privilegio confiar en el Dios que reina para siempre con infinito poder y tierna bondad.
Etiqueta: Confianza
La tensiĂłn [saludable] en nuestras oraciones.
En Mateo 5:9-13 encontramos una oración muy popular, conocida como “El Padrenuestro”. El Padrenuestro es una oración modelo que contiene ideas o principios que deben estar presentes en nuestras oraciones. Jesús nunca tuvo la intención de que esta oración fuera repetida una y otra vez al pie de la letra.
ÂżCĂłmo sabemos eso? ¡Fácil, ni JesĂşs ni Sus discĂpulos la repitieron una y otra vez! AsĂ que, repetir el Padrenuestro al pie de la letra sin saber lo que significa o sin ser sinceros se parece mucho a lo que JesĂşs reprende en el versĂculo 7 cuando dice “no usen vanas repeticiones”.
CONFIANZA
Lo primero con lo que nos encontramos en esta oraciĂłn es que JesĂşs nos enseñó a acercarnos a Dios como nuestro “Padre”. Su equivalente en arameo serĂa “Abba”. JesĂşs pudo habernos enseñado a acercarnos a Dios diciendo “Soberano”, porque ciertamente El es soberano; pero escogiĂł “Padre”. Él pudo habernos enseñado a acercarnos a Dios diciendo “Señor” o simplemente “Dios”, porque ciertamente El es Señor, El es Dios; pero escogiĂł “Padre”. Él pudo habernos enseñado a acercarnos a Dios con cualquier otro atributo de Dios, y serĂa correcto; pero escogiĂł “Padre”.
La Biblia nos dice que como Padre, cuando Dios mira la debilidad de Sus hijos, Él se conmueve o Sus entrañas se mueven. Como Padre, Dios ama a Sus hijos. Y porque los ama El sonrĂe cuando los ve, se deleita en ellos. Y porque los ama El es bueno en todos sus tratos para con ellos, usa todos Sus atributos para el bien de ellos. Y porque los ama El es paciente tanto al no disciplinarlos inmediatamente cada vez que pecan como al aceptar su obediencia imperfecta. Porque los ama El los perdona. Y aun cuando El los disciplina debido a sus pecados, lo hace porque los ama. Como Padre, Dios se ha comprometido a proveer alimento, abrigo y todo lo demás que Sus hijos necesiten.
Continuar leyendo La tensiĂłn [saludable] en nuestras oraciones.Fe en el Dios grande.
Gloria, soberanĂa y bondad de Dios.
Juan 9 relata que JesĂşs estaba pasando por el camino y vio a un ciego que estaba sentado, mendigando (v. 8). Y se nos dice que este ciego tenĂa esa condiciĂłn desde su nacimiento. ¡QuĂ© triste y seria era su enfermedad! No era una simulaciĂłn. No era una enfermedad que con el tiempo se podĂa curar –él naciĂł ciego, pasĂł toda su niñez ciego y ya era adulto y todavĂa estaba ciego–. Tampoco era una enfermedad que se podĂa mejorar con un medicamento o tratamiento.
NO POR UN PECADO
Los discĂpulos de JesĂşs se dirigieron a Él como “RabĂ”, que significa “maestro”. Ellos tenĂan una pregunta difĂcil que sĂłlo podĂa ser respondida por un maestro con un vasto conocimiento de la revelaciĂłn divina. “¿QuiĂ©n pecĂł…?” –ellos preguntaron–. Su pregunta no fue si la ceguera de este hombre era debido a un pecado, ellos suponĂan que sĂ. Ellos estaban preguntando si el pecado que habĂa causado esta enfermedad –segĂşn ellos– habĂa sido cometido por este hombre o por sus padres.
Recordemos que en Juan 5, JesĂşs le habĂa dicho al paralĂtico de Betesda: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor” (v. 14). De ese pasaje aprendemos que una enfermedad puede ser el resultado de algĂşn pecado especĂfico cometido.
Pero debemos cuidarnos de llegar a esa conclusiĂłn rápidamente cuando veamos una enfermedad en otras personas o en nosotros mismos. No importa lo grave que Ă©sta sea. ÂżPor quĂ©? Porque, en esta ocasiĂłn, JesĂşs les enseñó a Sus discĂpulos –y a nosotros– que una enfermedad no siempre es el resultado directo de algĂşn pecado especĂfico cometido:
“Ni este pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él” (v. 3).
SĂŤ PARA LA GLORIA DE DIOS
Dios habĂa escogido a este hombre para ser como una pantalla a travĂ©s de la cual las personas verĂan las obras gloriosas de Dios. Obras que Dios harĂa en este ciego, a travĂ©s de JesĂşs, a quien Él enviĂł. Es decir que el encuentro de JesĂşs con este hombre ciego no fue coincidencia, sino que ya habĂa sido planeado por Dios y estaba ahora siendo ejecutado por JesĂşs.
Continuar leyendo Gloria, soberanĂa y bondad de Dios.
