¿Cómo Dios me hizo invencible en un mundo de terror?

Después de que Dios terminó de crear el mundo, esta fue la evaluación que Él mismo hizo: “bueno en gran manera”. Sin embargo, con la entrada del pecado, el mundo se ha transformado en un lugar de terror.

Hoy entré a la versión digital del periódico dominicano Diario Libre, y estas fueron algunas de las noticias que encontré en su portada:

  • 724 mil personas sin agua potable y 700 viviendas afectadas por lluvias en RD; siguen las alertas.
  • Jhon Kohr Reyes llegó muerto al hospital luego de ser detenido por policías en un operativo.
  • Hombre muere tras ser atropellado en San Pedro de Macorís; conductor se da a la fuga.
  • Niños, vecinos y un perro fueron testigos: así la policía mató a un joven en Herrera.

Sentí entonces la necesidad de saber si solo mi país era escenario de tanto terror. Así que visité el portal de CNN en Español, y me encontré con lo siguiente:

  • Encuentran cuerpos de 13 trabajadores de mina en Perú reportados como secuestrados.
  • Hamas ejecuta a palestinos por saquear en Gaza.
  • Alerta epidemiológica en Ecuador por brotes de tos ferina y fiebre amarilla activa medidas de contingencia.
  • El volcán Kilauea de Hawai entra en erupción con un patrón poco habitual en casi 40 años.

La conclusión es ineludible: este mundo se ha convertido en un lugar de terror. Aun así, me niego a ser dominado por el pánico. Y empiezo a recordar las formas en que Dios me ha hecho invencible —no solo a mí, sino a todo cristiano—:

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Tragedia en Jet Set: meditando en medio del duelo.

El martes 8 de abril de 2025, la República Dominicana despertó con una noticia devastadora que enlutó a toda la nación: a las 12 de la madrugada, durante un concierto del reconocido merenguero Rubby Pérez, el techo de la discoteca Jet Set colapsó repentinamente. Hasta el momento de escribir estas líneas, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) ha confirmado la muerte de 225 personas (221 fallecidas en la zona del desastre y 4 más en hospitales).

Sin lugar a dudas, ésta será recordada como una de las tragedias más grandes en la historia reciente del país. Oramos para que nuestro Dios, lleno de misericordia, consuele a cada familia que hoy sufre la pérdida de un ser querido. Nos ponemos en sus zapatos y lloramos con ellos.

Pero no nos detengamos solo en el lamento. En medio del duelo, es sabio reflexionar: ¿qué nos está diciendo Dios a través de todo esto? C. S. Lewis escribió: El dolor es el megáfono de Dios para despertar a un mundo sordo”. Aunque no pretendemos tener todas las respuestas, sí podemos afirmar con certeza que esta tragedia nos recuerda cuán frágil es la vida humana y cuán dependientes somos de Dios.

En los últimos versículos del capítulo 4 de Santiago, el autor –inspirado por Dios– advierte contra la arrogancia de hacer planes como si tuviéramos el control absoluto de nuestro futuro. Estoy seguro de que muchos de los que fallecieron esa noche tenían planes para el día siguiente, tal vez incluso para las horas posteriores. Pero tristemente, esos planes nunca se realizaron.

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El Viernes Negro de Jesús.

Viernes Negro (“Black Friday” en inglés) es el día en el que muchas tiendas ofrecen grandes descuentos y ofertas especiales, dando así inicio a la temporada de compras navideñas. Se celebra el último viernes de noviembre, justo después del día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Y aunque la celebración comenzó en Estados Unidos, ésta se ha convertido en un fenómeno internacional.

Se han dado varias explicaciones sobre el origen del nombre. Una de ellas dice que el nombre “Viernes Negro” se debe a que, en este día, la cuenta de los comercios pasa de números rojos (pérdidas) a números negros (ganancias). Y todo eso me hace pensar en un viernes negro que se registró en la Biblia y los grandes beneficios que obtenemos por lo que pasó en éste.

SU REGISTRO

Quiero aclarar que la Biblia no nos da el origen de este fenómeno que hoy conocemos como “Viernes Negro” –este libro no fue escrito con ese propósito–. Y las bendiciones del viernes negro que se registra en la Biblia no tienen nada que ver con cosas materiales. Pero sí son mejores. Mucho mejores.

El viernes negro al cual me refiero fue registrado, bajo inspiración divina, por el evangelista Mateo. Éste, hablando en el contexto de la crucifixión y muerte de Jesús –que ocurrió un viernes–, dijo:

“Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Mateo 27:45).

El solo hecho de que Mateo haya mencionado este inusual suceso debe hacernos pensar que éste tiene importancia. Nada registrado en la Palabra de Dios es accidental, ¡ni siquiera una letra! (véase Gál. 3:16) Pero eso no es todo, los evangelistas Marcos (15:33) y Lucas (23:44) también registraron la oscuridad que vino el viernes en el que Jesús fue crucificado.

SU SIGNIFICADO

Algunos han dicho que esta oscuridad fue causada por un eclipse solar. Otros la atribuyen al siroco del desierto. Pero lo cierto es que no sabemos qué (o cómo) causó esta oscuridad que vino sobre toda la tierra, desde el mediodía (hora sexta) hasta las tres de la tarde (hora novena).

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3 razones por las que odio el pecado a muerte.

La Palabra de Dios nos llama a mortificar el pecado que está en nosotros (Ro. 8:13). Y estoy convencido de que para hacer morir el pecado en nuestras vidas –no meramente “domesticarlo“–, primero debemos odiarlo. Y odiarlo con todo nuestro corazón. Por eso, aquí te comparto algunas razones por las que odio –y tú también deberías– odiar el pecado.

1. PORQUE EL PECADO ENTRISTECE A DIOS

En las exhortaciones que el apóstol Pablo les hace a los efesios, él dice: “Y no entristezcan al Espíritu Santo de Dios, por el cual fueron sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30).

Aquí el apóstol dice que la persona del Espíritu Santo puede ser entristecido. Y debido a que es el Espíritu “de Dios”, y es Dios mismo, es correcto decir que Dios puede ser entristecido por nosotros. Pero la exhortación que se dirige a nosotros es que no lo entristezcamos.

¿Cómo entristecemos a Dios? Cuando pecamos. Y algunos de esos pecados que se mencionan en este contexto son: amargura, enojo, ira, gritos, insultos y toda malicia (v. 31). También cuando de nuestra boca salen malas palabras (v. 29), cuando robamos (v. 28), cuando decimos mentiras (v. 25), cuando cometemos alguna impureza sexual (v. 19), etc. Es como si nuestros pecados rompieran el corazón de Dios y pusiera Sus ojos llorosos.

Recuerda: cuando yo peco, estoy entristeciendo a Dios. Cuando peco, estoy entristeciendo al Ser más glorioso que existe. Pero no sólo eso. Cuando peco, estoy entristeciendo al Ser que más me ama en todo el universo, al Ser que sólo quiere lo mejor para mí y que todo lo que ha hecho ha sido para mi beneficio.

2. PORQUE EL PECADO ENGAÑA

Allá en Hebreos 3, el autor de esta carta dice que debemos cuidarnos cada día no sea que nos endurezcamos por el engaño del pecado (v. 13). ¿Pudiste sentir la seriedad de esas palabras? ¡Esto es una advertencia! Como la señal de peligro debido a la alta tensión o como la etiqueta que dice “veneno”. ¡Si no te cuidas, el pecado te va a engañar!

Uno de los engaños del pecado es hacernos creer que sólo serán unos pasos, cuando la verdad es que el pecado piensa llevarnos más lejos de lo que pensábamos. Como David, quien comenzó quedándose en Jerusalén y terminó acostándose con una mujer ajena y matando al esposo de ésta (2 Samuel 11).

Otro de los engaños del pecado es prometer un placer duradero a todo aquel que lo comete cuando lo cierto es que todos los placeres del pecado son “temporales” (Heb. 11:25). Samuel Waldron estaba en lo cierto cuando dijo: “Todo el disfrute de comer el delicioso bocado del pecado está más que compensado por la aflicción de la náusea y e vómito. ¡Siempre habrá más aflicción que placer en el pecado para un verdadero cristiano!”.

3. PORQUE EL PECADO TRAE CONSECUENCIAS NEGATIVAS

Las siguientes palabras de J. C. Ryle explican muy bien este punto: “El mundo que nos rodea está lleno de aflicción. La enfermedad, el dolor, la debilidad, la pobreza, las penas y los problemas abundan por todas partes. De un extremo del mundo al otro, la historia de las familias está llena de lamentos, lágrimas, tristeza y aflicción. ¿Y de dónde procede todo ello? El pecado es la fuente y la raíz a la que todo se remonta. No habría habido lágrimas, ni preocupaciones, ni enfermedades, ni muertes, ni funerales en la Tierra si no hubiera habido pecado. Debemos soportar con paciencia este estado de cosas. No podemos alterarlo. Podemos agradecerle a Dios que tenemos un remedio en el Evangelio y que esta vida no lo es todo. Pero, en el tiempo intermedio, echemos la culpa a quien la tiene. Acusemos al pecado”.

“¡Cuánto debemos odiar el pecado! En vez de amarlo, aferrarnos a él, coquetear con él, excusarlo y jugar con él, deberíamos odiarlo con un odio mortal. El pecado es el gran asesino, el gran ladrón, la gran peste y plaga de este mundo. No hagamos las paces con él. Declarémosle la guerra sin cuartel. Dios lo aborrece. Bienaventurado aquel que es de una sola mente con Dios y que puede decir que aborrece lo malo (cf. Romanos 12:9)”.

¿Y tú? ¿Por qué odias el pecado? Te animo a dar más razones en la caja de comentarios.