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Rechazando el afán, abrazando a nuestro Padre.
En este sermón consideraremos: El mandato negativo de no afanarnos que Jesucristo nos da; cuatro razones de por qué no afanarnos: (1) porque el mismo Dios que nos ha dado la vida y el cuerpo es el mismo Dios que nos dará el alimento y la ropa, (2) porque hay cosas que están fuera de nuestro control y que por mucho que nos afanemos no podremos manejar, (3) porque cada día trae su afán y (4) porque Dios es nuestro Padre, que conoce nuestra necesidad y se ha comprometido a suplirla; una deficiencia en la fe como la causa del afán; y el mandato positivo de buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia, acompañado de una promesa.
Su nombre, Su reino y Su voluntad –no la nuestra.
Con el propósito de enseñar a Sus discípulos a orar, Jesucristo articuló una oración modelo que hoy conocemos como “El Padre Nuestro”. El Padre Nuestro nos enseña cómo orar tanto con su contenido como también con su orden. Nótese que la primera parte del Padre Nuestro es acerca de Dios, Su nombre, Su reino y Su voluntad: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mt. 6:9, 10). Y la segunda parte del Padre Nuestro es acerca de nosotros, nuestras necesidades físicas y nuestras necesidades espirituales de perdón y salvación: “Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mt. 6:11-13).
Sin embargo, tenemos que confesar, delante de la presencia del Dios omnisciente, que el orden en nuestras oraciones no siempre ha sido ese. Hemos pecado, no por cambiar el orden de la oración en sí, sino porque lo que hay detrás de tal cambio es un deseo de que “glorificado sea mi nombre”, como si mereciéramos la gloria que le pertenece a Dios; un “venga mi reino”, como si fuéramos más sabios que el todo-sabio Dios; un “hágase mi voluntad”, como si ésta fuera mejor que Su perfecta voluntad. ¡Corramos, con arrepentimiento y fe a la cruz de Jesucristo! Hallando allí el perdón de nuestros pecados y la gracia para responder a Su llamamiento.
Ese mismo Jesucristo ahora nos llama a orar: “venga tu reino” –un reino en el cual Su nombre es glorificado y Su voluntad es hecha universalmente–. Es bueno recordar que Jesucristo no nos está llamando a usar vanas repeticiones, ni nos está llamado a ser hipócritas; sino que un sincero anhelo por Su reino se manifieste: Continuar leyendo Su nombre, Su reino y Su voluntad –no la nuestra.
Buenas noticias de gran gozo.
Tu mayor problema no es que quienes te gobiernan no son considerados como un buen gobierno, tu mayor problema no es la pobreza, tu mayor problema no son las enfermedades; tu mayor problema es el pecado. Pero, Dios ha provisto la solución en el Señor Jesucristo. Tienes, pues, razón para gozarte mucho.