¿Cómo puedo ser más santo?

Dios se presenta a lo largo de toda la Biblia como un Dios Santo. Un ejemplo muy conocido de esto se encuentra en Isaías 6:3, que proclama: «Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de Su gloria».

De la misma manera, nosotros, como hijos de Dios y parte de la iglesia de Cristo, también estamos llamados a ser santos. El apóstol Pedro lo expresa en su primera carta, 1 Pedro 1:15, diciendo: «sino que así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir».

Ser santo implica ser puro, separado del pecado. Si bien Dios es santo por naturaleza, nos invita a que nosotros también lo seamos. Pero, ¿cómo podemos lograrlo? Pienso que las palabras de Jesús allá en Juan 17:17 –otro versículo bien conocido– son muy instructivas en este sentido:

“Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”.

ORA A DIOS

El capítulo 17 del evangelio de Juan registra la profunda oración intercesora de Jesús. En ella, Jesús se dirige a su Padre celestial y pide por la santificación de todos los que creen en él, incluyendo a sus discípulos de aquel entonces y a los cristianos de hoy. Esta es la esencia de su petición: que Dios nos haga santos.

¿Por qué es tan importante esta petición? Porque solo Dios puede santificarnos, y lo hace a través de su Espíritu Santo. Que Jesús mismo haya hecho esta súplica nos da dos grandes certezas:

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La lucha de Habacuc y la nuestra.

El profeta Habacuc fue llamado por Jerónimo como “Luchador”, porque luchó con Dios. Pero la lucha que este profeta sostuvo no fue la misma lucha que Jacob tuvo con Dios. Lutero nos explicó la lucha de Habacuc cuando dijo que “en su libro vemos a un hombre en lucha intensa, tratando de penetrar en el obsesionante problema de la justicia divina”.

Como un verdadero siervo de Dios, el pecado de Judá era algo que molestaba a este profeta. Habacuc clamó a Dios. Pero él no se esperaba que Dios respondiera a esa situación de la manera que lo hizo: Dios usaría a los caldeos (Babilonia), un pueblo “feroz e impetuoso”, para castigar a Judá por su pecado.

Y es en este contexto que Habacuc dijo lo siguiente:

“Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué miras con agrado a los que proceden pérfidamente, y guardas silencio cuando el impío devora al que es más justo que él?” (1:13).

DIOS ES PURO

El profeta Habacuc comenzó afirmando como verdadero algo acerca de Dios: “Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal”. Nótese que las palabras del profeta no fueron que Dios no peca, aunque obviamente eso estaba implicado. Las palabras del profeta tampoco fueron que Dios no es partícipe del pecado de los hombres, aunque esto también estaba implicado.

Las palabras del profeta fueron mucho más allá de las dos declaraciones anteriores: Dios es muy puro, santo en un nivel superlativo. ¿Has escuchado la expresión “hacerse de la vista gorda”? Se usa de alguien que finge no haber visto una injusticia para no corregirla o denunciarla. Dios no puede hacerse de la vista gorda; Su naturaleza no le permite mirar al pecado y fingir que nada malo está pasando.

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