Harris sobre “La habitación”.

En ese estado entre los sueños y el estar despierto, me hallé en medio de la habitación. No había nada en particular sobre esta habitación excepto una pared que estaba completamente cubierta por archivos con pequeñas tarjetas. Eran como las tarjetas que usan en la biblioteca donde aparecen escritos los títulos por el nombre del autor o por el tema del libro en orden alfabético. Pero estos archivos, que llenaban la pared desde el piso hasta el techo, y aparentemente se extendían sin fin hacia los lados, estaban clasificados con diferentes encabezamientos. Al acercarme a esta pared, el primer archivo que me llamó la atención fue uno que decía: “Chicas que me han gustado”. Lo abrí y comencé a leer las tarjetas. Rápidamente lo cerré, al reconocer con asombro que todos los nombres escritos me eran conocidos.

Fue ahí cuando supe exactamente dónde me encontraba. Esta habitación sin vida, y llena de pequeños archivos era un ordinario fichero que representaba toda mi vida. Aquí estaban escritas todas las acciones de cada momento de mi vida, grandes y pequeñas, donde se mencionaban los más insignificantes detalles que ni yo mismo podía corroborar.

Un sentimiento de asombro y curiosidad, mezclado con horror, se agitó dentro de mí, cuando al azar comencé a abrir los archivos y explorar su contenido. Algunos me llenaron de gozo y dulces recuerdos, mientras que otros me produjeron vergüenza y pena, pero fue tan intenso que en ocasiones miraba sobre mi hombro para ver si alguien me estaba observando. Otro archivo con el encabezamiento “Amigos” estaba al lado de uno titulado “Amigos que he traicionado”.

Los rótulos era muy variados: desde lo común y corriente, hasta lo extraño; “Libros que he leído”, “Mentiras que he dicho”, “Consuelo que he dado”, “Chistes de los cuales me he reído”. Algunos eran comiquísimos por su exactitud: “Cosas que le he gritado a mis hermanos”. Había también otros de los cueles no me podía reír: “Cosas que he hecho en ira”, “Cosas que le he dicho a mis padres entre dientes”. El contenido de las tarjetas no dejaba de asombrarme. A menudo había más tarjetas de las que yo esperaba, y en otras ocasiones que pensaba encontrar muchas, había menos. Continuar leyendo Harris sobre “La habitación”.

Es el evangelio sólo para los no cristianos: Otros autores responden.

Jerry Bridges dice: “no puedo enfatizar lo suficiente la importancia de vivir nuestras vidas cristianas cada día en la atmósfera del evangelio. El evangelio no es sólo para incrédulos. Es también para nosotros, porque todavía somos pecadores –pecadores ciertamente salvados, pero aún pecadores en necesidad de seguridad diaria del perdón de Dios por medio de Cristo” (El gozo de temer a Dios, p. 135). 

Timothy Keller dice: “La creencia en el evangelio no es sólo el camino para entrar en el reino de Dios; es el camino para hacer frente a todo obstáculo y crecer en todos los aspectos. El evangelio no es el “ABC”, sino el “A-hasta-Z” de la vida cristiana… El evangelio de la justificación por la fe significa que mientras los cristianos son, en ellos mismos todavía pecadores y pecan, sin embargo en Cristo, a la vista de Dios, ellos son aceptados y justos. Así que podemos decir que somos más malos de lo que nos atrevemos a creer, pero más amados y aceptados en Cristo de lo que nos atrevemos a esperar –al mismo tiempo” (Paul’s Letter to the Galatians: Living in Line with the Truth of the Gospel).

Tullian Tchividjian dice: “una vez que Dios rescata pecadores, Su plan no es dirigirlos más allá del evangelio, sino moverlos más profundamente hacia él. El evangelio, en otras palabras, no es sólo el poder de Dios para salvarte, es el poder de Dios para hacerte crecer una vez eres salvado. Después de todo, el único antídoto para el pecado es el evangelio –y ya que los cristianos continúan siendo pecadores aun después de que son convertidos, el evangelio debe ser la medicina que un cristiano toma cada día” (Fifteen Books On “The Gospel For Christians”).

C. J. Mahaney: “En las Escrituras descubrimos una profunda urgencia por concentrar todo lo que somos y todo lo que hacemos en derredor del evangelio de la cruz. Porque esta buena nueva no solo es lo primero en términos cronológicos en nuestra experiencia cristiana, sino que también permanece como prioridad, de importancia esencial para crear y sostener nuestro gozo y productividad… La actividad y el hábito diario más importante que podemos tener es recordarnos el evangelio a nosotros mismos” (Vivamos centrados en la cruz, pp. 15, 122).

1ra parte; 2da parte

La inmoralidad, un asunto serio [II]

La Palabra de Dios dice en 1 Corintios 6:9,10 lo siguiente: “¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios”. Este pasaje bíblico es muy claro: los inmorales no heredarán el reino de Dios; en el cielo no habrá ningún inmoral. Punto. Alguien podría preguntarme: “¿Estás diciendo, entonces, que es posible que un cristiano pierda la salvación?”; o: “¿Eso quiere decir que no existe una lucha contra este pecado en la vida del cristiano?”. A lo que respondo diciendo: No, eso no es lo que estoy diciendo, y más importante aún, no es lo que la Palabra de Dios dice.

Leamos el versículo que le sigue a 1 Corintios 6:9, 10, el cual dice: “Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (v. 11). El apóstol dice que algunos de los corintios en el pasado fueron inmorales, adúlteros, homosexuales, pero ahora son lavados, santificados, justificados. Aquel que profesa ser cristiano, pero sigue siendo inmoral, y continúa en este pecado como antes, y tiene una vida caracterizada por la práctica de este pecado, manifiesta que nunca ha sido un cristiano verdadero. Sí, un cristiano verdadero lucha contra este pecado e incluso puede caer (véase el caso de David en 2 Samuel 11); pero, su vida no se caracteriza por la práctica de este pecado, y al caer él lo confesará a Dios, pedirá de Su ayuda y con pleno propósito y esfuerzo buscará apartarse de este pecado. Continuar leyendo La inmoralidad, un asunto serio [II]

Roca de la eternidad.

Roca de la eternidad,
fuiste abierta Tú por mí.
Sé mi Escondedero fiel,
sólo encuentro paz en Ti.
Rico, limpio manantial,
en el cual lavado fui.

Aunque sea siempre fiel,
aunque llore sin cesar,
del pecado no podré
justificación lograr;
sólo en Ti teniendo fe
el perdón podré alcanzar.

Nada traigo para Ti,
mas tu cruz es mi sostén,
desprovisto y en escasez,
hallo en Ti la paz y el bien;
sucio y vil acudo a Ti,
a ser puro y limpio al fin.

Mientras haya de vivir,
y al instante de expirar;
cuando vaya a responder
en tu augusto tribunal,
sé mi escondedero fiel,
Roca de la eternidad.

Letra: Augustus M. Toplady, 1775, trad. T. M. Westrup. Música: Thomas M. Hastings, 1830.