Jesús estaba junto al lago de Genesaret, según Lucas 5, y por causa de la multitud que se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios, tuvo que entrar en una de las barcas que estaban allí y separarse de tierra un poco. Desde la barca, enseñaba a las multitudes. La barca en la cual Jesús entró le pertenecía a Simón (posteriormente llamado Pedro), un pescador que había trabajado toda la noche sin conseguir pescar nada. Después de terminar de hablar a la multitud, Jesús mandó a Simón: “Sal a la parte más profunda y echad vuestras redes para pescar” (v. 4). Lo cual resultó en una pesca milagrosa según los versículos 6 y 7. Después de esto vemos a Simón, quien había estado junto a Jesús en la barca, ahora estaba de rodillas ante Jesús; Simón, quien llamaba «maestro» a Jesús, ahora llamándole «Señor», mientras reconoce su pecaminosidad: “Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!” (v. 8).
Yo te pregunto: ¿Has visto tú también tus pecados y lo que eres (un pecador)? ¿Reconoces que eres y te sientes indigno de que el Señor Jesús esté cerca de ti? Si tu respuesta es afirmativa, entonces tengo buenas noticias para ti. Algunos versículos más adelante, en el mismo capítulo 5 del evangelio según Lucas, los fariseos y sus escribas se quejaban con los discípulos de Jesús, con la siguiente pregunta: “¿Por qué coméis y bebéis con los recaudadores de impuestos y con los pecadores?” (v. 30); a lo que Jesús respondió: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (v. 31, 32). Sí, es cierto que un pecador no merece el favor de Dios, no merece la salvación –y nunca debemos olvidar eso–, pero no es menos cierto que a estos fue a quienes Jesús vino a llamar al arrepentimiento, a dar perdón (Hch. 5:31), a acercarse para salvar. Esa es la gloria de su gracia que ha de ser alabada por toda la eternidad. Esta es la buena noticia: Jesús vino a llamar al arrepentimiento a, vino para dar perdón a, vino a acercarse para salvar a personas como tú (pecadoras). ¡Pecador, el evangelio es para ti!