Paz en el versículo que menos te imaginas.

En el libro titulado El misterio de la providencia, el pastor presbiteriano y autor John Flavel relató la historia de un hombre que “se apartó de malas compañías y entró en una vida reformada”. Pero después de algún tiempo, cedió a la tentación tanto externa como interna y “volvió a caer en los caminos del pecado”.

La Providencia le hizo ver su condición trayendo Proverbios 1:24-26, que dice: “Porque he llamado y han rehusado oír, he extendido mi mano y nadie ha hecho caso. Han desatendido todo consejo mío y no han deseado mi reprensión. También yo me reiré de la calamidad de ustedes, me burlaré cuando sobrevenga lo que temen”.

Ese versículo lo dejó muy inquieto, pensando que su pecado no podría ser perdonado. Pero Dios no había terminado con este hombre. Dios le presentó Lucas 17:4, el cual produjo una paz firme tanto en su mente como en su corazón.

EL VERSÍCULO

Ahora, lo interesante de este versículo es que no es un indicativo del perdón de Dios a nosotros. El versículo es un imperativo del perdón nuestro a los que nos ofenden y se arrepienten. En otras palabras: el versículo no habla explícitamente del perdón de Dios a nosotros, sino del perdón nuestro a otras personas. Leámoslo:

“Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”.

¿Cómo es que ese versículo produjo paz en el corazón de ese hombre? Particularmente a mí, hay dos maneras en las cuales ese versículo ha traído mucha paz a mi corazón.

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Dios se mueve de manera misteriosa: la meditación.

En el Salmo 22 podemos ver lo que yo llamo “la lucha entre los sentimientos y la fe” en el corazón de David. O para ser más preciso, podemos ver la lucha entre los sentimientos que no están basados en la Palabra de Dios y la fe que sí está basada en la Palabra de Dios.

En el versículo 1, el salmista se lamenta: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?”. David está experimentado sufrimiento social tanto de su pueblo (vv. 6-8) como de sus enemigos (vv. 12, 13, 16-18). David está sufriendo emocional y físicamente (vv. 14, 15). David siente que Dios lo ha abandonado, siente que Dios se ha alejado, siente que Dios ya no responde a sus oraciones (v. 2).

Sin embargo, aunque David se siente de esa manera, él no ha perdido su fe en Dios. David sigue confiando en Dios como el Dios que está con y para él, por eso David dice: “Dios mío, Dios mío”. En vez de David correr de Dios, él corre hacia Dios. En vez de David dejar de clamar a Dios, él continúa clamando a Dios. En vez de David continuar en un lamento interminable, él cambia su lamento en alabanza (vv. 22-31).

Esa lucha (entre los sentimientos y la fe) que tuvo lugar en el corazón de David también tiene lugar en el corazón de todo creyente verdadero. Las aflicciones por las cuales pasamos, los sufrimientos que experimentamos, nos hacen sentir como que Dios nos ha abandonado. Pero no es así, podemos seguir aferrándonos a Dios como “mi Dios”; porque Dios sigue estando con Su pueblo y a favor de Su pueblo.

¿Cómo podemos saber que eso es verdad? Precisamente para eso fue que Dios Padre abandonó en ira a Su hijo Jesucristo en la cruz, para nunca tener que abandonarnos a ti y a mí. Él escondió de Jesucristo Su rostro, para hacer resplandecer sobre nosotros Su rostro y tener misericordia de nosotros. Ahora, todas las cosas que experimentamos –incluso los sufrimientos más agudos– obran para nuestro bien (Ro. 8:28). Cuando las aflicciones en nuestro camino abundan, también abunda el consuelo de Dios por medio de Cristo (2 Co. 1:5). Y aun cuando somos disciplinados por Dios, esa disciplina no viene de un corazón airado que quiere destruirnos; sino que la disciplina viene de un corazón amoroso que sabe lo que es mejor para nosotros (Heb. 12:5-11). Así que, cuando las aflicciones vengan a tu vida, recuérdale a tu alma:

“Las nubes que hoy infunden gran temor
Llenas están de gran misericordia
Que manda sobre [ti] en su amor.
[…]
Tras un hecho de un ceño fruncido
Su rostro esconde una sonrisa”.

Dios se mueve de manera misteriosa: el himno.

Dios se mueve de forma misteriosa
Buscando sus prodigios realizar;
Sus huellas deja en la mar anchurosa
Y en la tormenta se ve cabalgar.

En minas insondables que Él perfora,
Mostrando inigualable habilidad,
Sus brillantes diseños atesora
Y cumple su absoluta voluntad.

Que tomen nuevas fuerzas los creyentes;
Las nubes que hoy infunden gran temor
Llenas están de gran misericordia
Que manda sobre ellos en su amor.

No juzgues al Señor por tus sentidos,
Mas bien confía en Él y Su gracia;
Tras un hecho de un ceño fruncido
Su rostro esconde una sonrisa.

Sus designios madura presuroso,
Mostrando cada instante su labor;
Sabor amargo se halla en el capullo,
Mas es muy dulce el gusto de la flor.

En camino al error va el que no cree,
Busca su labor inútilmente;
Mas Dios que a sí mismo se interpreta,
Muestra que su yerro es evidente.

Dios se mueve de manera misteriosa: la historia.

William Cowper

William Cowper fue un escritor de himnos y uno de los poetas más populares del siglo XVIII. Nació el 26 de noviembre de 1731 en Great Berhkamstead (Inglaterra). Sus padres fueron John Cowper, rector de una iglesia y capellán del rey; y Ann nee Donne, quien murió cuando William tenía seis años de edad –muerte que afectó mucho a William.

William asistió a la Escuela de Westminster, donde estudió latín a una temprana edad. Y en 1750 comenzó a estudiar leyes tal como su padre quería.

En 1752, William fue golpeado por la depresión: “me acostaba en el horror y me levantaba en el desespero”. Sin embargo, Dios utilizó los poemas de George Herbert para ayudarlo a superar esta depresión. En 1763, cuando estaba a punto de ser evaluado para obtener un puesto administrativo en la Cámara de los Lores, William sufrió un colapso mental, por lo que fue ingresado en un asilo (hospital mental) hasta su recuperación. En su depresión, él había intentado suicidarse varias veces (envenenándose, ahogándose y ahorcándose), pero sus intentos siempre fueron frustrados por la Providencia Divina. Continuar leyendo Dios se mueve de manera misteriosa: la historia.