¡Audiolibros cristianos gratis!

1. La Biblia (Nueva Traducción Viviente): es una nueva traducción en la que se trabajó alrededor de diez años. Es fruto del trabajo de más de cincuenta eruditos en las áreas de teología, traducción, estudios lingüísticos, corrección de estilo, corrección de gramática, tipografía, edición y otros. También representa una asociación entre varios ministerios y editoriales.

2. «El cielo, cómo llegué aquí», por Colin Smith: fue inspirado por la historia del ladrón en la cruz, que encontramos en el capítulo 23 del Evangelio de San Lucas. La historia entreteje lo que sabemos de la Biblia acerca de los acontecimientos de ese día y las ve a través de los ojos del ladrón como él los habría experimentado en aquel momento, y como él puede entenderlos ahora.

3. «El reposo eterno de los santos», por Richard Baxter: trata sobre la esperanza del creyente en la vida eterna. Baxter, un pastor puritano del siglo XVII, explora la gloria del cielo, el descanso eterno que Dios promete a sus hijos y cómo los cristianos deben vivir en la tierra con esa esperanza en mente.

4. «El sermón del monte», por Martyn Lloyd-Jones: es una exposición detallada de Mateo 5-7, donde Jesús enseña sobre el carácter y la vida del verdadero discípulo. Lloyd-Jones, un influyente predicador del siglo XX, analiza cómo estas enseñanzas revelan la verdadera justicia del Reino de Dios, en contraste con la religiosidad superficial.

5. «Institución de la religión cristiana», por Juan Calvino: es una exposición sistemática de las doctrinas centrales del cristianismo desde una perspectiva reformada, abordando temas como la soberanía de Dios, la justificación por la fe, la predestinación y la autoridad de las Escrituras.

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Curiosidades de la Biblia.

La Biblia afirma ser la Palabra de Dios.

  • “Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando” (Deuteronomio 4:2). Moisés afirmó que lo que él mandó al pueblo eran los mandamientos de Dios.
  • “Si a aquellos, a quienes vino la palabra de Dios, los llamó dioses, (y la Escritura no se puede violar)” (Juan 10:35). Jesús afirmó que el Antiguo Testamento es la Palabra de Dios.
  • “Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de nosotros, la aceptaron no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en ustedes los que creen” (1 Tesalonicenses 2:13). El apóstol Pablo aplaudió a los tesalonicenses porque aceptaron sus palabras como Palabra de Dios.
  • “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Lo que se traduce como “inspirada por Dios” significa dada por el aliento de Dios, exhalada por Dios, soplada por Dios. La Biblia salió de la boca de Dios.
  • “Quien dio testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, y de todo lo que vio” (Apocalipsis 1:2). El último libro de la Biblia dice que Juan dio testimonio de la Palabra de Dios.

Éxodo 20:1; 24:4; Hechos 2:16, 17; Romanos 1:2; 1 Corintios 14:37 y Hebreos 5:12 son otros pasajes bíblicos (¡de miles!) que afirman que la Biblia es la Palabra de Dios.

¿Por qué todo eso es importante? Por al menos dos razones: primero, los cristianos estaríamos perdiendo el tiempo si argumentáramos que la Biblia es la Palabra de Dios, pero ella misma no afirmara serlo. Segundo, como dice Samuel Waldron, “suponer que sea necesaria una revelación divina subsiguiente para atestiguar la revelación bíblica requeriría que esa verificación divina subsiguiente fuera atestiguada por una tercera revelación y así ad infinitum. Si la Biblia, como la voz de Dios desde el cielo, no se atestigua a sí misma, ninguna cantidad de voces desde el cielo será jamás suficiente para atestiguarla” (Exposición de la confesión bautista de fe de 1689, p. 46).

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Perdón: 100% garantizado.

Hace unos años atrás, estaba predicándole el evangelio a una persona. Y mientras conversábamos esta persona me dijo: “pediré perdón a Dios a ver si me acepta”. ¿A ver si [Dios] me acepta? ¿Es eso todo lo que se ofrece en el cristianismo –una mera posibilidad de perdón y salvación–? Si eso fuera lo que se ofreciera en el cristianismo, éste no sería más que una mera religión.

Por ejemplo, el islamismo no ofrece seguridad de salvación, sino instrucciones para conseguir el favor de su dios. La “esperanza” en el hinduismo es estar atrapado en un ciclo karmático de reencarnación (samsara) hasta su liberación (moksha), “y es abandonado para que busque su propia salida” (Geisler y Brooks). Algo similar se ofrece en el budismo (con la diferencia de que ellos no buscan el cielo o estar con Dios, sino la eliminación de todo sufrimiento, deseo o ilusión del yo).

Pero el cristianismo sí es más que una mera religión. Jesucristo dijo: “al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera” (Juan 6:37). Jesús no dijo que Él recibirá sólo a algunos de los que van a Él o a la mayoría. No, todo aquel que le da la espalda a sus pecados y va confiadamente a Él será recibido. En la traducción al español no se nota mucho que las palabras de Jesús son enfáticas. Jesucristo utilizó una negación enérgica, es como si Él hubiera dicho: “Yo nunca, nunca rechazaré a aquel que viene a mí”.

Pero eso no es todo, Jesucristo también confirmó que todo aquel que se acerca a Él sinceramente arrepentido será perdonado de todo pecado: “A éste Dios exaltó a su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados.” (Hechos 5:31). Por el contexto sabemos que de quien se está hablando aquí es de Jesús –¡Él es el Príncipe y Salvador!–. También sabemos que Dios lo exaltó por medio de Su resurrección y, posteriormente, Su ascensión.

Ahora nótese el propósito de la exaltación de Jesús: dar arrepentimiento y perdón de pecados. Jesucristo da tanto lo uno como lo otro, arrepentimiento y perdón. Todo aquel que se arrepiente sinceramente de sus pecados también será perdonado de todos sus pecados. Charles Spurgeon dijo: “Arrepentimiento y perdón están entrelazados por el propósito eterno de Dios. Lo que Dios ha juntado, no lo separe el hombre”.

Si tú has ido a Jesucristo sinceramente arrepentido de tus pecados, eres perdonado tan cierto como que Su tumba está vacía.

El cristianismo: más que una mera religión [III]

Columnas blancas

¿Cómo podemos ser salvos? Todas las religiones de este mundo responden a esa pregunta de la siguiente manera: debes comportarte suficientemente bien para que Dios te salve. Pero el cristianismo, y solamente el cristianismo, responde a esa pregunta de una manera diferente. Veamos la respuesta del cristianismo a partir de Lucas 19:10, que dice:

“porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

HA VENIDO

En primer lugar, el versículo dice que el Hijo del Hombre ha venido. ¿Quién es el Hijo del hombre? Jesús, quien es Dios en esencia (cp. Ezequiel 34:11, 16). Él vino a esta tierra como un hombre con un propósito en mente. No fue el hombre quien subió a Dios, fue Dios quien bajó al hombre. Dios fue quien tuvo la iniciativa, no el hombre.

LO QUE SE HABÍA PERDIDO

En segundo lugar, el versículo nos dice que el propósito que Jesús tuvo en mente fue buscar y salvar lo que se había perdido. ¿Qué se había perdido? Nosotros, y no por accidente; sino por elección propia: quisimos vivir a nuestra manera, independientes de Dios y Su ley –ahora somos incapaces de volver por nosotros mismos–.

BUSCAR Y SALVAR

Pero Jesús vino tanto a buscar como a salvar. La salvación no es la oferta que se le hace a los que siempre han estado buscando de Dios (Romanos 3:11), más bien Jesús es quien está buscando a los pecadores para darles salvación. Eso no quiere decir que el hombre no va a Jesús, sino que cuando va es porque primero fue atraído por el Padre (Juan 6:44). Eso no quiere decir que el hombre no tiene la responsabilidad de arrepentirse y tener fe –pues sí la tiene–, sino que cada vez que veamos a un pecador sinceramente arrepentido y confiando en Jesús debemos reconocer que Dios le concedió eso (Juan 6:37).

Jesús no vino tan solo a apuntarnos hacia la salvación, sino a ser Él mismo nuestra salvación. Y así lo hizo al vivir la vida perfectamente obediente que nosotros debimos haber vivido, al morir en la cruz la muerte que nosotros merecíamos y al resucitar confirmando así nuestra salvación: el poder para renunciar al pecado y vivir en obediencia a Dios, el ser vistos y tratados como justo, la adopción en la familia de Dios, perdón de pecados, la vida eterna.

CONCLUSIÓN

Todo esto nos lleva a la conclusión de que debido a que la salvación que se predica en el cristianismo es un regalo –y no el pago de una obra–, el cristianismo es más que una mera religión.

1ra parte; 2da parte; 3ra parte