¿Es lícito para un cristiano consumir libros, películas y música “no-cristianas”? [II]

En el artículo anterior vimos que es lícito para un cristiano consumir libros, películas y música “no-cristianas” en donde podamos ver reflejos de la imagen de Dios en el hombre (como cuando se dice verdad). ¿Quiere decir eso que es lícito consumir absolutamente todo libro, película o música sin excepción? No. Nótese que dije: “… en donde podamos ver reflejos de la imagen de Dios en el hombre (como cuando se dice verdad)”. Y es una cosmovisión bíblica la que nos permitirá ver los reflejos de la imagen de Dios en el hombre o identificar la verdad.

En este artículo me gustaría ser más específico al decir cuáles son los libros, películas y música que no debemos consumir o que no debemos volver a consumir. Pero antes de llegar allí, debemos saber que porque un libro, una película o una canción relate el pecado no significa que debe ser evitado necesariamente. Si eso fuera así, entonces tendríamos que evitar muchas historias y escenas de pecado que se relatan en la Biblia. La pregunta más importante no es “¿Se relata algún pecado?”, sino “¿Se presenta el pecado como lo que es –pecado–?” y “¿Cómo se responde ante el pecado?”.

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La mejor vestida es…

Después de una ceremonia de premiación importante, las redes sociales y la prensa se llenan de comentarios acerca de quienes son “las mejores” y “las peores” vestidas. Muchas de las mujeres que asisten a estas premiaciones quieren llamar la atención y estar dentro de “las mejores vestidas”. Y esa es la razón por la cual ellas se visten como se visten: vestidos extravagantes, escotes pronunciados, etc.

Ahora, una mujer santa busca, en Jesucristo, agradar a Dios antes que a los hombres. En 1 Pedro 3:3 y 4 leemos lo siguiente: “Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios”.

Mujer con vestidoEste pasaje dice que el adorno de las mujeres no debe ser el externo, sino el interno. Ahora, Dios no está prohibiendo adornos externos, sino que está prohibiendo una preocupación excesiva de lo externo (agradando así a los hombres) y un descuido de lo interno (desagradando así a Dios). Por más que te afanes por tu apariencia externa, ésta con el pasar del tiempo perecerá; pero lo interno es imperecedero.

El adorno de las mujeres debe ser el interno: un espíritu tierno (manso o sumiso) y sereno (quieto) –especialmente en relación con su esposo–. Aunque Sara fue una mujer con una apariencia hermosa (Gén. 12:11), ella aquí no es mencionada por su hermosura física; sino que ella es tomada como un ejemplo de un espíritu tierno y sereno. En el versículo 6 no se dice tan solo que Sara obedeció a Abraham, sino que también lo llamó “señor”. Y más importante que el término en sí mismo es la actitud del corazón. Sara llamó a Abraham “señor” en sus pensamientos (Gén. 18:12), aun cuando Abraham no la escuchaba. El espíritu tierno y sereno de Sara no era como el de esas mujeres que en sus mentes le ponen sobrenombres irrespetuosos a sus esposos o hablan mal de ellos a sus espaldas. La ternura y serenidad de Sara, su sumisión, eran reales.

Al volver a 1 Pedro 3 leeremos en la última parte del versículo 4 que un espíritu tierno y sereno «es precioso delante de Dios». Así que, la mejor vestida no es aquella que tiene peinados exóticos, vestidos extravagantes o joyas de oro; sino que la mejor vestida, para Dios –quien tiene la opinión que vale–, es aquella que tiene un espíritu tierno y sereno1.


1 Un espíritu tierno y sereno no es más que un reflejo del corazón manso y humilde de Jesucristo (Mat. 11:29). Estas gracias son el adorno con el cual las mujeres santas han de vestirse y las gracias a las que Dios apunta al conformar a los Suyos a imagen de Jesucristo.

Levítico: un Dios santo y bueno.

Leyes sobre cómo han de hacerse las cosas, sangre derramada, ofrendas y sacrificios de animales; todo esto puede encontrarse en el tercer libro de Moisés, Levítico. Pero, ¿cuál es el mensaje de Levítico?

DIOS ES SANTO

El mensaje del libro de Levítico es que Dios es santo. Dios es diferente a Su creación –Él no es común–, Él es limpio y puro –no hay pecado en Él–. Dios dice repetidamente en este libro: “Yo soy santo” (Levítico 11:44, 45; 19:2; 21:8). Y la santidad de Dios es la razón por la cual deben ser santos todos aquellos que están delante de Su presencia, todos aquellos que son parte de Su pueblo, todos aquellos que tienen una relación con Él: “Me seréis, pues, santos, porque yo, el SEÑOR, soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (20:26). Sin embargo, tenemos un problema: ¡somos pecadores! ¿Qué hace Dios entonces?

DIOS ES BUENO

El mensaje del libro de Levítico es que Dios también es bueno. Si el Dios santo llama a pecadores para decirles algo, ellos deberían estar temblando, esperando su destrucción inmediata. Pero Dios en Su bondad, aunque Él no necesita de nosotros, estableció el sistema de sacrificios como un medio para la purificación, el perdón, de los pecadores: “Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación” (Levítico 17:11). Esos sacrificios no fueron idea del hombre, sino de Dios.

Hoy, Dios sigue siendo santo y continúa llamando a los Suyos a la santidad: “SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO” (1 Pe. 1:16). Hoy, la sangre de Jesucristo –a quien apuntaban todos los pasados sacrificios (Hebreos 9)– sigue siendo eficaz para el perdón de nuestros pecados: “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” (Hebreos 9:14).