Lo que la Biblia contiene y ofrece.

La Biblia contiene la mente de Dios, el estado del hombre, el camino de salvación, la condenación de los pecadores y la felicidad de los creyentes. Sus doctrinas son santas, sus preceptos son obligatorios, sus historias son verdaderas, y sus decisiones son inmutables. Léala para ser sabio, créala para ser salvo, y practíquela para ser santo. Contiene luz para guiarle, alimento para sostenerlo, y consuelo para alentarlo a usted.

Es el mapa del viajero, el cayado del peregrino, la brújula del piloto, la espada del soldado y la carta constitucional del cristiano. Aquí es restaurado el Paraíso, abierto el Cielo y las puertas del Infierno descubiertas.

Cristo es su gran tema, nuestro bien su designio, y la gloria de Dios su fin. Debe llenar la memoria, gobernar el corazón y guiar los pies. Léala despacio, frecuentemente y en oración. Es una mina de riqueza, un paraíso de gloria y un río de placer. Es dada a usted en vida, será abierta en el juicio y recordada para siempre.

Ella encierra la responsabilidad más alta, recompensa la labor más grande y condenará a todos los que menosprecian su contenido sagrado.

¿Cómo puedo ser más santo?

Dios se presenta a lo largo de toda la Biblia como un Dios Santo. Un ejemplo muy conocido de esto se encuentra en Isaías 6:3, que proclama: «Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de Su gloria».

De la misma manera, nosotros, como hijos de Dios y parte de la iglesia de Cristo, también estamos llamados a ser santos. El apóstol Pedro lo expresa en su primera carta, 1 Pedro 1:15, diciendo: «sino que así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir».

Ser santo implica ser puro, separado del pecado. Si bien Dios es santo por naturaleza, nos invita a que nosotros también lo seamos. Pero, ¿cómo podemos lograrlo? Pienso que las palabras de Jesús allá en Juan 17:17 –otro versículo bien conocido– son muy instructivas en este sentido:

“Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”.

ORA A DIOS

El capítulo 17 del evangelio de Juan registra la profunda oración intercesora de Jesús. En ella, Jesús se dirige a su Padre celestial y pide por la santificación de todos los que creen en él, incluyendo a sus discípulos de aquel entonces y a los cristianos de hoy. Esta es la esencia de su petición: que Dios nos haga santos.

¿Por qué es tan importante esta petición? Porque solo Dios puede santificarnos, y lo hace a través de su Espíritu Santo. Que Jesús mismo haya hecho esta súplica nos da dos grandes certezas:

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