7 razones para volver a congregarte [II]

Razón #2: Porque nuestra participación de la Santa cena nos recuerda a Jesucristo.

“Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es Mi cuerpo que es para ustedes; hagan esto en memoria de Mí». De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cuantas veces la beban en memoria de Mí». Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga” (1 Corintios 11:23-26).

La Santa cena es un sacramento del cual no se puede participar a través de una videollamada. Sin embargo, el pasaje que acabamos de leer nos dice claramente que la Santa cena fue un mandato que el Señor Jesús les dio a Sus discípulos y que el apóstol pablo repitió a la iglesia. Y este sacramento debe ser celebrado hasta que Jesús regrese por segunda vez.

¿Qué hacemos en la Santa cena? Comemos del pan y bebemos del fruto de la vid en memoria de Jesucristo. El pan representa el cuerpo de Cristo. Pero nótese que no es cualquier tipo de pan, es un pan partido. Como el pan que es partido para alimentar a alguien, así el cuerpo de Jesucristo fue quebrantado para beneficiarnos a nosotros.

De la misma manera el cuerpo de Jesucristo fue partido, fue roto en pedazos, fue despedazado por la ira de Dios. Y todo por nosotros. Tú y yo merecíamos todo eso por nuestros pecados, pero Él fue entregado en nuestro lugar.

Así mismo la copa, el fruto de la vid, representa “el nuevo pacto en [Su] sangre”. O dicho de otra manera, la sangre de Jesucristo compró los beneficios de ese nuevo pacto. Y nuevamente, todo por nosotros. Él derramó Su sangre por nosotros. Él fue quien nos hizo los beneficiarios de ese nuevo pacto.

Ese es un nuevo pacto que, según Jeremías 31, incluye: tener la ley de Dios en la mente y el corazón, tener a Dios como nuestro y que Dios nos tenga como Suyos, conocer a Dios y el perdón de todos nuestros pecados.

Así que, cuando participamos de la Santa cena estamos recordando y también anunciando la muerte del Señor Jesucristo. Y ese recordatorio es importante por dos razones:

  1. Porque aunque somos cristianos, todavía pecamos. Necesitamos recordar que hay perdón de pecados en Jesús para nosotros. Necesitamos recordar que Jesús vino a salvar pecadores como tú y como yo.
  2. Porque, en nuestro pecado, seremos tentados a creer que somos salvos por obra y no por gracia. Necesitamos recordar que no somos salvos debido a nuestro desempeño. Necesitamos recordar que no podemos ser demasiado malos para recibir la gracia de Dios que es para personas malas.

Ese recordatorio pasa en la Santa cena.


1ra parte; 2da parte; 3ra parte

7 razones para volver a congregarte.

Razón #1: Porque Dios nos manda a congregarnos.

“Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca” (Hebreos 10:24, 25).

El llamamiento de Hebreos 10:24 se resume de la siguiente manera: planeen cómo provocar a sus hermanos a amar y a hacer buenas obras. Y el versículo 25 nos muestra la manera en la cual hacemos eso. Negativamente: “no dejando de congregarnos”. Positivamente: “exhortándonos”.

Congregarse tiene dos componentes: personas (la iglesia no es un lugar sin personas) y un lugar (ese grupo de personas está llamada a reunirse en un lugar). Y, según Hechos 2:42, la costumbre de la iglesia ha sido congregarse para escuchar la predicación de la Palabra, orar, tener comunión y participar de la Santa Cena.

Esa es la regla general. Lo que pasó en el 2020 era la excepción. No nos estábamos congregando presencialmente –o no nos estábamos congregando como antes– en sumisión a las autoridades (Romanos 13) y por misericordia o amor a nuestros hermanos (Mateo 9:13).

La regla general es no dejar de congregarnos. Y eso no se refiere a personas abandonando la iglesia local una vez y para siempre; se refiere a personas dejando de reunirse regularmente como iglesia. Nótese que dice: “como algunos tienen por costumbre” –una costumbre es algo que haces no una vez, sino regularmente–.

Algunos tienen la costumbre de congregarse y rara vez no lo hacen. Pero otros, dice el autor de Hebreos, tienen la costumbre de no congregarse y rara vez lo hacen. Para algunos es raro que no se congreguen. Para otros es raro que se congreguen. Cuando dejas de congregarte sin causa justificada y pasa un domingo, otro domingo y otro domingo, estás dejando de congregarte. Y dejar de congregarse es un pecado.

Lo próximo que vemos en el versículo 25 es la manera positiva en la cual nos estimulamos al amor y a las buenas obras, ésta es: “exhortándonos”. Lo que significa literalmente hacer un llamado de cerca y personal. Es decir que el estimularnos al amor y a las buenas obras comienza con palabras y termina en acciones.

Esa exhortación puede venir de distintas formas:

  • Puede ser un llamado a perseverar en Jesucristo (como claramente vemos en el contexto inmediato), a través del arrepentimiento diario de nuestros pecados y la confianza diaria en Jesús como único Señor y suficiente Salvador.
  • Puede ser una instrucción de cómo hacer algo que Dios espera de nosotros o un llamamiento a vivir de acuerdo a la santidad de Dios (1 Tes. 2:12).
  • Puede ser una consolación ante una circunstancia difícil (Hch. 15:32).
  • Puede ser animando a los hermanos a seguir haciendo lo bueno (Hch. 14:22).
  • Puede ser un ruego para que los hermanos hagan alguna otra cosa buena (2 Co. 5:20).
  • Puede ser también una reprensión (1 Co. 1:10; Flp. 4:2), llamando a los hermanos a reconocer su pecado y a apartarse de él cuando no se está amando y haciendo buenas obras tal como se manda aquí.

Esa exhortación no se limita a la iglesia reunida, pero no es menos cierto que comienza allí.


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1ra parte; 2da parte

El remedio contra la enfermedad del corazón.

En Hebreos 3:7-15 se nos presenta, lo que yo he llamado, “la enfermedad más terrible del corazón”. Y cuando digo “corazón” no me refiero al órgano que bombea sangre, sino a esa parte interna de la persona que piensa, siente y motiva cada acción. Por lo tanto, esa terrible enfermedad a la cual me refiero no es la hipertensión, ni arritmias, ni una insuficiencia cardíaca ni un infarto.

La enfermedad más terrible del corazón es el endurecimiento del corazón que lleva a la persona a apartarse del Dios vivo: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (vv. 12, 13).

Ahora, a pesar de cuán terrible es esa enfermedad, Dios bondadosamente nos ha provisto de un remedio. ¿Cuál piensas que es ese remedio? ¿Leer más la Biblia? ¿Orar más? Lo anteriormente mencionado es importante, pero –según el versículo 13– el remedio contra esta enfermedad del corazón se prescribe con las siguientes palabras: “antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado”.

Según este versículo, el remedio contra el endurecimiento por el engaño del pecado es la exhortación los unos a los otros. “Exhortar” significa literalmente parase cerca, al lado del otro, para hacerle un llamamiento. Y exhortase incluye hablar o instruir con la Palabra de Dios, animarse a continuar haciendo el bien, amonestarse por algún pecado, rogarse, consolarse unos a otros en medio del dolor, etc. Continuar leyendo El remedio contra la enfermedad del corazón.

¡Cristianos, unidos!

Los cristianos somos llamados a exhortarnos, planificando cómo provocarnos al amar y a hacer buenas obras en el contexto de la iglesia reunida.

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